Qué tiene que ver esto con esta Praga en su cuenca, donde nevó muy poco? Nada. Pero sí con nosotros, porque en cualquier dirección que se quiera salir de Chequia, las fronteras corren a lo largo de serranías. Y la dirección hacia el noroeste, que es la que nos interesa, está entre las peor obstruidas, con el paso de la frontera interrumpido.
Por otra parte, tenemos informaciones concordantes de que, si bien la cantidad de nieve no es normal, el tiempo alrededor del primero de noviembre habitualmente es malo, pero habitualmente mejora mucho, hasta ponerse lindo hacia diciembre.
Mientras tanto, oportunidad para rememorar nuestra estadía en el Alto Artico canadiense en invierno y para pensar otra vez en la presencia eslava en América. ¿Denominador común? Cuervos.
No los cuervos habituales que había por aquí en días benignos. Cuervos grandes que aparecieron con los primeros fríos o, mejor dicho, como precursores de los primeros fríos. Estos cuervos grandes son, para nosotros, las vivas réplicas, las reincarnaciones de los cuervos árticos canadienses, y más que por su tamaño, por su actividad, maña y todo lo demás que observamos en Canadá. Ahora sabemos cómo un pájaro que persigue a otro pájaro en vuelo por un morsel que éste tiene en el pico se adueña del morsel: acosa al pájaro perseguido hasta que éste afloja su pico; cuando el morsel va cayendo, el perseguidor lo agarra al vuelo.
Y se nos explicó que, mientras los cuervos pequeños se fueron de aquí a pasar el invierno en lugares más confortables, estos cuervos grandes vinieron aquí en busca de refugio contra el frío, peor, de las llanuras ostro-eslavas.
¿Anotamos ya que tuvimos algo de dos horas y cuarenta minutos de entrevistas por radio - parte en Praga, parte en Brno? ¿Y otra entrevista, con un diario - con el habitual salpicado de sorprendentes errores y asombrosas invenciones?
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Con una nueva apreciación, de la importancia de las nubes como ambientadoras psicológicas, y de las extrañas limitaciones del cerebro, finalmente, hacia Dinamarca.
En cuanto a las nubes.
Así como, primero, tuvimos que vivir semanas con la petrificación del agua por el frío del invierno polar para luego apreciar el milagro de una gota de agua, de un rivulete, vibrante de luz y de vida; así como tuvimos que vivir semanas en luz solar permanente, sin noches, ni siquiera crepúsculos, para luego apreciar lo que la oscuridad nocturna puede significar en término de amenaza >>>>>>>>