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de atraparlos y llevarlos como involuntarias piezas de museo a Rusia, como había tenido Cristóbal Colón de abducir sus paraborígenes como involuntarias piezas de museo a Castilla-Aragón, o Jacques Cartier, los suyos, a Francia?

4) Los tres cuchillos por el agua. ¿Que los paraborígenes resultaron deshonestos? Tal vez. Pero, preguntamos, ¿cómo se sabe, considerando la total inhabilidad de comunicación exacta, que los paraborígenes no consideraban que el trato había sido, de entrada, de tres cuchillos por el agua, ya que fueron tres a buscarla, y que no fueron los paraborígenes quienes consideraron a los Rusos como deshonestos por querer dar un solo cuchillo en vez de tres?

Nos hace pensar, otra vez, en el caso de la isla de los Manhatanes. Bien puede ser que, mientras los Europeos se felicitaban de haber pagado tan poco por lo que creían ser la propiedad de la isla, los paraborígenes se felicitaban de haber recibido tanto por el mero usufructo de la isla.

Sería, sin duda, interesante, probablemente asombroso, escuchar la versión de los paraborígenes de su encuentro con Nauta C.

12 de octubre. Tres meses después de su contacto con América, Nauta C, enfermo de escorbuto a punto de no tener la fuerza de caminar, está de vuelta en el puerto de partida, Petropavlovsk, con sólo dos semanas de atraso en comparación con el término proyectado a la salida. Y se entera, agregando al pesar de sus propias pérdidas, de que de Nauta B no hay noticia.

Dos meses más tarde, Nauta C, mientras todavía nada se sabía de Nauta B, databa y firmaba su informe a las autoridades en Sanct Peterburg.

Y no más tarde que al día siguiente, empezó a preparar otra expedición. Con dos misiones: tratar de rescatar a aquellos misteriosamente desaparecidos en los dos botes de reconocimiento; y tratar de encontrar a Nauta B, posiblemente él también en dificultad y necesitando ayuda en alguna isla; estas dos misiones redundando, naturalmente, en un desarrollo del conocimiento de la parte rusa de América. Esta vez, por cuenta propia; no tenía que pedir permiso, ni rendir cuentas, a nadie.

Esta vez, tardaría sólo ocho días para alcanzar América. No encontró ni sus marineros desaparecidos, ni a Nauta B.

Nauta C murió en Moscú tan endeudado que sus hijos tuvieron que estar pagando las deudas post-mortem por él.

Nauta B, él, después de su único día de búsqueda del barco de Nauta C, prosiguió otros cuatro días en dirección hacia el sur, cumpliendo las instrucciones de los académicos de encontrar la rumoreada Tierra de Juan da Gama.