"Al rato, aparecieron siete barquitos, de una sola persona por barquito, movidos por zaguales de hojas en ambas extremidades. [Y sigue descripción de embarcación típicamente inuk.]
"Al llegar esa gente a unas 50 brazas [1 braza rusa = 2,13 metros, o sea a unos 100 metros] de nuestra nave, todos empezaron a proferir gritos, dándose vuelta a diestra y siniestra, pero no como dirigiéndose los unos a los otros sino a la manera de los shamanes iakutskos y tunguzskos cuando hacen magia; por lo que supusimos que hacían magia a su usanza y oraban para protegerse contra maleficios y daños de parte nuestra. Sin embargo, por qué tan extrañamente gritaban, no podemos saber. Gritaron así un cuarto de hora, y luego empezaron a hablar como se habla normalmente.
"Nosotros les mostrábamos nuestras mejores caras, les hacíamos reverencias, les hacíamos ademanes que se aproximaran a nuestro barco. Empero, ellos no se atrevían a acercarse, y con sus manos imitaban el gesto de apuntar un arco, de lo que deducimos que tenían miedo de que les disparásemos. Apoyando nuestras manos en el pecho, les mostrábamos que serían recibidos amistosamente, al mismo tiempo que, como muestra de buenas intenciones, les lancé una cuenquita china para que la aceptasen en señal de amistad. Uno de ellos la sacó del agua y gesticuló con ella en el aire, de lo cual se podía ver que tal cosa no necesitaba, y quiso lanzárnosla de vuelta en el barco. Nosotros le hacíamos reverencias y le mostrábamos que se la guardase, pero él la tiró al agua.
"Luego, ordené que se cortara dos pedazos grandes de damasco de seda y los eché al agua para tentar los locales más cerca de nuestra nave. Ellos recogieron la tela del agua, un rato la tuvieron en la mano, la echaron de vuelta al agua, no la guardaron.
"Entonces, les mostramos varios artículos que teníamos para regalar, cuentas, campanitas, alfileres, pipas, invitándoles a acercarse, mientras que, de nuestra gente, había poca en cubierta porque yo había ordenado que los demás se quedasen bajo cubierta, armados, para algún caso de peligro.
"Después de largo tiempo - durante el cual habíamos procurado, por toda clase de maneras, de convencerlos de que, con acercarse a nuestro barco, no corrían ningún peligro de parte nuestra - cuando les indicamos que ya no teníamos agua y que les pedíamos su ayuda, uno de ellos se aproximó a nuestra nave, y le obsequiamos tabaco chino y una pipa, lo que aceptó y guardó en su embarcación. Los demás, viendo esto, también se acercaron a nuestro barco, y nosotros empezamos a darles campanitas, cuentas, alfileres, que ellos tomaban sin mucho entusiasmo, como que desconocían qué uso darles. Y era obvio que no sabían que cobre y alfileres no flotan, de manera que muchas de las cosas que obsequiábamos se hundían, ya que ellos no las agarraban, sólo miraban qué caía dónde en el agua.
"Después de darles un cuchillo, que sí apreciaron muchísimo, les invitamos a que todos se subieran a nuestra nave. No logramos tentar a ninguno.