no tener más benevolencia para con países que, por lo menos, no se quieren ni se creen cabecillas de nada y sólo hacen lo mejor que pueden con su condición humana.
A punto de cruzar los Alpes hacia Italia. Y se nos viene, como trueno en cielo azul, que hemos faltado a nuestra costumbre de auscultar cómo reflejan billetes y monedas el alma nacional.
Veamos.
Mirando billetes y monedas, se nos ocurre que, posiblemente, nuestro desliz de por sí sea la descripción subconsciente de dichos billetes y monedas: nada para despertar interés.
Los billetes - bien insulsos, aun aburridos, salvo para quienes conocen las profundidades pictóricas, filosóficas, musicales, de Delacroix, Montesquieu, Debussy, y son capaces de rememorarlas, evocarlas, con sólo mirar las caras de los honrados; y caras hay - tres caras de cada honrado en cada billete, una en el recto, una al verso, y una en filigrana; no mucha variedad gráfica.
Las monedas - bien racionales y no muy creativas. Los valores en céntimos, 5, 10, 20, de diámetro menor; los valores en francos, ½, 1, 2, 5, 10, de diámetro mayor. Las menores, de metal más noble, dorado; las mayores, salvo la moneda de 10 francos, de metal menos noble, plateado; la de 10 francos, de ambos metales. Las alegorías, fijadas en feminismo: todas las monedas, grandes, chicas, con excepción de las de 10 francos, con academismo femenino, en sólo dos variantes. En las de 10 francos, la única alegoría masculina, pero con su atributo bien en evidencia. Quizás estos jueguitos nos ofrecen un psicoanálisis, pero no lo vemos.
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Italia.
Sí, era parte de nuestros planes - por lo de Génova como lugar de nacimiento de Cristóbal Colón; pero, por lo que aprendimos, no más Génova, no más Liguria, no más Italia de hoy en nuestra Expedición. Solamente cruzarla por el camino más expeditivo, a lo largo del pie de los Alpes, hacia nuestra próxima meta.
Las terribles torres que lo arruinan todo
Y cuanto más rápido, mejor: ¡qué barbaridad, qué contaminación del aire - para mencionar sólo lo que vemos y sentimos, pero agregando mentalmente todo lo que no vemos! ¡Qué pecado! ¡Y los centenares - que deben de sumar en los millares - de monstruosas torres de alto voltaje! Lo que entraña los centenares de kilómetros de cables lacerando el cielo, el horizonte, la tierra, según dónde se mire. Qué capítulos se perdió Dante en su infierno; pero no es de extrañar que su imaginación no le haya dado para algo tan infernal.