Visitada la fábrica de yates.
Los cascos, de lana de vidrio laminada con resinas, se construyen exactamente de la misma manera que aquellos barquitos de playa que vimos casi al principio de esta Expedición. Los interiores, de varios antojos, de madera, son un simple caso de carpintería. Lo curioso es que el interior no se va construyendo pieza por pieza adentro del casco, sino que se construye fuera del casco e inserta en el casco en una sola pieza; de esta manera, según nos explicó nuestro guía, se construye mucho más rápidamente.
Ahora, si bien ya son las cinco de la tarde, vamos a seguir viajando un poco; para acercarnos, aunque sea parte del camino, al volcán Saint Helens, que ocupó la atención pública, hace un par de años, con su violento despertar después de una larga quiescencia, y que, desde entonces, sigue teniendo una actividad esporádica. Vamos a ver.
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Ayer, al anochecer, vimos, sin saberlo, y esta madrugada vimos, sabiéndolo, el volcán Saint Helens.
Y en el curso de la mañana, vimos mucho más.
Parece bastante bonachón bajo su inmaculada gorra de nieve invernal. Pero, como tuvimos la suerte - grandísima suerte, según nos dijeron los lugareños - de llegar con un tiempo totalmente despejado, también vimos los intermitentes penachos saliendo del cráter, como las humaredas de un gigante fumando su pipa.
Sí, bonachón parece, en la lejanía Pero ... por la duda
También vimos los restos de la destrucción causada ya hace tres años atrás; y la capa de ceniza - no traída por el viento porque el viento entonces soplaba en la dirección opuesta, sino por las inundaciones que siguieron la erupción, capa de un espesor de decenas de metros, con, a veces, troncos atrapados en la ganga de ceniza húmeda, siendo quizás, las cenizas, los sedimentos geológicos del futuro, y los troncos en ellas sumidos, los mal-llamados árboles petrificados del futuro.
También vimos las fuerzas geológicas pequeñas modificando el trabajo de las grandes fuerzas geológicas, en este caso, los riachos cavándose un nuevo lecho en las capas de cenizas, llevándose buena parte de éstas en sus aguas, totalmente grises, para seguramente depositarlas, como sedimentos, en algún punto más aguas abajo.
En otras palabras, por una vez, vimos la geología no de un millón, o dos millones, o diez millones de años atrás, sino la geología del futuro, la que ningún geólogo estudiará dentro de un millón, o dos millones, o diez millones de años.