Y resulta que, entre los muchos países europeos no partícipes en esta comunidad, cualquiera sea la denominación que se le dé, se encuentra Andorra.
Y resulta que esta situación tiene consecuencias muy prácticas para nosotros, porque resulta que, cuando nuestro vehículo llegó a Liverpool, recibió un permiso de estadía de un año en la Comunidad en Europa; y como Andorra no es parte de dicha Comunidad, quisimos tener prueba de las fechas de entrada a, y salida de, Andorra para poder descontar los días en Andorra de los días otorgados para la Comunidad. Por ello que, al entrar a Andorra, hicimos sellar, si bien no era obligación, el documento del vehículo y nuestros pasaportes; y, hace un rato, quisimos hacer lo propio para la salida de Andorra.
Ah, pero no fue tan fácil. El documento del vehículo, por Aduana, sí fue fácil. Pero los pasaportes, por Migraciones, no. Ningún oficial a la vista. Oficina cerrada. Ningún indicio en cuanto a cuándo, si es que, abriría.
╠ Casi dos horas esperamos, una eternidad sin fondo cuando no se sabe qué se espera; y tiempo de sobra para evocar nuestras más memorables aventuras fronterizas: las fronteras centroamericanas, con cinco o seis o siete diferentes oficinas, sus igualmente numerosos diferentes oficiales, sus igualmente numerosos diferentes sellos, sin contar las fumigaciones; los dos días de aduana para entrar a Colombia; la aduana para entrar desde Brasil a Venezuela; los once - once - días ininterrumpidos de aduana, de ministerios varios, de administraciones varias, de Presidencia de la República, para entrar a Quisqueya ...
Realmente, Andorra proporcionó y revolvió tanto, cuando nosotros sólo la frivolidad esperábamos.
Ahora, con nuestra atención enfocada en el permiso del vehículo, se nos dio por consultar con la otra mitad de la frontera - o sea la mitad francesa, o sea los guardianes de esta frontera de la Comunidad en Europa - en cuanto al mecanismo del descuento de los días fuera de la Comunidad.
Los dignos oficiales sabiamente discutieron todas las sutilezas del caso, se rascaron la cabeza, y decidieron que no sabían, que tendríamos que recurrir a un centro aduanal regional con nuestra consulta, centro aduanal felizmente en camino por donde pensamos viajar de todos modos.
Mientras habíamos estado esperando la aparición del Andorrano, se había apoyado contra esta parte de los Pirineos una nube, o sea que se había asentado un banco de niebla; y luego, mientras estábamos siguiendo los meandros analíticos de los Franceses, la niebla se espesó tanto que ahora estamos estacionados a quince pasos dentro del Rosellón para lo que queda de la tarde, y la noche.
Mañana veremos qué cuenta el centro aduanal regional.