sus propios medios de que una loma, una curva, por su mera existencia, es suficiente razón para no adelantarse a otro vehículo, y pintan marcas en el pavimento; y las autoridades viales creen que los conductores son tan bovinos que necesitan carteles, no un cartel, dos carteles de refuerzo, para darse cuenta, y de la marca en el pavimento, y de la curva o loma.
Nosotros creemos que esto no es suficiente. Habría que colocar brillantes luces centelleantes en los carteles para que los conductores se den cuenta de los carteles, y de las marcas en el pavimento, y de la loma o curva. No, mejor todavía sería colocar a diez metros delante de cada uno de los dos carteles una persona con banderín rojo para que los conductores, en total abdicación de sus facultades propias, se den cuenta - por el banderín rojo - de las luces intermitentes, y de los carteles, y de las marcas en el pavimento, y de la loma o curva, y de la evidente locura que sería adelantarse a ciegas, posiblemente hacia un abrazo con la muerte.
Lo que no entendemos es cómo se espera que gente que, aparentemente, es incapaz de manejarse a sí misma en situaciones tan directas y obvias, sea capaz de votar en materias políticas con ramificaciones muy complejas que sólo técnicos, en conciliábulos multidisciplinarios, pueden tratar de manejar.
■■ ¿Hablamos ya de cuán malas son frecuentemente las indicaciones direccionales, en inexplicable coexistencia con indicaciones no infrecuentemente buenas?
¡No hay duda de que no se puede estacionar donde están los medio coches!
■■ Patriotismo de terruño. Apenas ingresamos a Andalucía, una mujer metió en la conversación "yo soy Andaluza"; en Castilla, una mujer metió en la conversación "yo soy Castellana"; el otro día, una mujer (sí, por coincidencia todas, mujeres) nos dijo "yo soy Catalana". Nunca nadie nos dijo "soy Español/ Española".
■■ Terminando, muy lógicamente, con lo más reciente, la radiodifusión catalana realmente parece comportarse como de un país soberano y no de una región autónoma dentro de una entidad mayor.
■■ La radiodifusión catalana parece tener la misma estructuración que la castellana, o sea mayormente con una emisora de música clásica como refugio, y también con un gran impacto de compositores y composiciones desconocidos:
El otro día, escuchamos música por Isabel la Leonarda. Y no, por ser mujer, alguna Danza del Pañuelo a la Chaminade, o aun música de cámara a la Fanny Mendelssohn o a la Clara Schumann, sino motetes - motetes, por favor. Y, acto seguido, una composición de Kurt Weill; no uno de los inevitables extractos de la ligera Opera de Tres Centavos, sino todo un sesudo concierto para violín.
Fin de observaciones generales, cuyos detalles seguramente olvidaremos pero que, algún día, querremos redescubrir.