Y nosotros, descontrayéndonos; y despejando las tareas varias. Incluso, tiempo para anotar, antes de que nos olvidemos otra vez, lo siquiente.
……Cigüeñas. Otra vez, las cigüeñas. No pasa día que no veamos algún nido o muchos nidos - como solitaria ermita o como populoso conventillo. Y siempre tan interesantes como la primera vez; y aun después de haber visto avestruces, pingüinos y cóndores. Mejor dicho, de interés renovado, cambiado, agudizado, en comparación con las primeras vistas; siendo la diferencia que, en un principio, hace semanas, se veía en cada nido una cigüeña pacientemente sentada, y una cigüeña - o habrá sido un cigüeño - yendo y viniendo, mientras que, ahora, cada nido está lleno de aletas de movimientos inciertos, y de piquitos - no tan piquitos, en este pájaro - de dirección muy cierta, hacia arriba, bajo la solicitud de mamá y papá.
En una oportunidad, vimos un árbol del tipo cedro, con ramas larguísimas, flexibilísimas, fuertemente movidas por el viento. ¿Qué tiene en común este árbol con nuestras cigüeñas? Que, en las ramas de este árbol, contamos siete nidos de cigüeñas meciéndose algo violentamente, como barcas en mar fuerte, con sus tripulaciones completas de cigüeñas de ambos tamaños y generaciones. Inolvidable. Tanto más que, hasta entonces, habíamos visto nidos de cigüeñas, si bien vulnerablemente expuestos a la intemperie, siempre en bases de firmeza inviolable.
Todavía en el tema de las cigüeñas, no solamente éstas anidan muy conspicuamente en pueblos y hasta ciudades, y nadie las molesta, sino que vimos casos de un gran canasto de metal, del tamaño de un nido de cigüeña, colocado en lo alto de un edificio, incluyendo un campanario, para incitar a una pareja cigüeñil a establecer allí sus penates, como nunca vimos en América.
……Estuvimos disfrutando de una gran abundancia y vivacidad de flores campestres como nunca vimos a lo largo de las rutas en América; especialmente el rojo brillante de las amapolas, del cual no nos cansamos.
Sí, ¡qué belleza!
……Lamentablemente, también hay las líneas de alto voltaje - mucho más numerosas, en lo que vimos de Europa hasta ahora, que en cualquier parte en América, incluyendo la zona de las grandes centrales hidroelectrógenas en Québec - a veces tejiendo, aquí, una red de esclavitud por sobre la tierra. En particular en una zona chata como esta Castilla, donde se ve lejos, es difícil mirar hacia el horizonte, cualquier horizonte, sin ver el tajo de una línea de alto voltaje. Se canta la gloria de la tecnología de mandar electricidad desde estaciones fotovoltaicas, en órbita, hacia Tierra por microondas - ¿por qué no se utiliza la misma tecnología aquí, en Tierra?
Ahí están pasando las ovejas, en una nube de polvo levantado por mil patas en una tierra que sufre de sequía de envergadura y preocupación nacionales.