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algún lugar de incierta autenticidad, si tanto; encontramos el pasado incrustado en el presente, con detalles circunstanciales que transmutan una información libresca, para saber, en un acontecimiento vivo, para sentir. Mañana, veremos.

Vamos a pernoctar a pasos de donde Reyna Isabel, Rey Fernando y Nauta Cristóbal firmaron las fatídicas Capitulaciones.

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No es que quede algo en pie de aquellos días reales y colonenses; si queda por ahí alguna piedra de entonces, está incorporada en alguno de los edificios de hoy. Pero todos los gobiernos municipales en sucesión desde entonces hasta hoy tuvieron el respetuoso atino de preservar, a través de todos los cambios que ocurrieron con el correr de los siglos - reconstrucciones y re-reconstrucciones dentro del recinto original; construcciones alrededor del recinto original - el trazado del recinto original, o sea la plaza rectangular central, las cuatro calles principales saliendo en cruz de la plaza hasta llegar a sus portones abovedados de comunicación con el mundo exterior.

Nada más - pero, desde el medio de la plaza central, se ve, la plaza, las cuatro calles en cruz, sus cuatro salidas abovedadas, cerquita no más; y ello es suficiente para ver desfilar de manera vívida, otra vez en la pantalla mágica interna, las circunstancias intra- y extra-muros de aquella época.

Sabido es que Colón tuvo que esperar, y esperar, según le había advertido la reina, la terminación de la lucha por los Cristianos para echar a los Musulmanes de la península, antes de que los Reyes pudieran dar consideración definitiva al desconocido cruce del Atlántico hacia la India.

Y de esto - primero, la victoria sobre los Sarracenos, y luego, el acuerdo sobre la expedición a la India por el Atlántico, se trataba en esta Santa Fe - entonces escrito Sancta Fee.

Sólo el emirato de Granada quedaba en manos árabes en la península; y apoderarse de su sitio de gobierno, la Alhambra, era el empeño de Sus Majestades Católicas. En el curso de las operaciones, se había decidido, como arma psicológica, levantar un campamento de mando para Fernando e Isabel en una vega en plena vista de los Arabes, como señal de confiada determinación de ganar la confrontación. Y así se hizo; a sólo algo de diez kilómetros de la Alhambra, a principios de 1491.

Pero, el 14 de julio del mismo año, el campamento fue reducido a humo y ceniza por un incendio, iniciado en los propios aposentos de la reina Isabel - según una versión, por puro accidente, según otra versión, por una malevolencia de >>>>>>>>