18- Por colmo, pasaba el tiempo; no aparecía el socio Enciso con los refuerzos. Y se agotaban las provisiones. Y los Españoles no tuvieron otro recurso que salir del fortín para buscar, no oro y riqueza, sino alimento y sobrevivencia. Pero, cada vez que salían, los autóctonos los atacaban y, cada vez, mataban a algunos. Y, en el fortín, otros Españoles morían de pura inanición y enfermedad.
19- Finalmente, un velamen en el horizonte despierta un alboroto de salvación. Pero la llegada del barco a San Sebastián apaga el alboroto. No era el esperado barco de, y con, Enciso. Era un barco robado en Santo Domingo.
Los setenta piratas, capitaneados por un tal Bernardo de Talavera, canjean las provisiones del barco, robado a los mercaderes de Santo Domingo, por el oro de Ojeda, robado a los paraborígenes. Y, sin invitación, se quedan en San Sebastián, olfateando el oro de los autóctonos.
Pero - del fortín no se puede salir.
20- Y, eventualmente, las nuevas provisiones también se terminan. Y el barco legítimo de Martín Fernández de Enciso no aparece.
21- Por desesperación, Ojeda decide ir, él mismo, a Santo Domingo; en el barco de, y con, los piratas, a ver qué pasa con el barco de Enciso y buscar cualquier otra ayuda. Deja San Sebastián, y sus ocupantes sobrevivientes, al mando de uno de ellos, Francisco Pizarro, y se conviene que, si Ojeda no reaparece dentro de 50 días, los sobrevivientes también regresarían a Santo Domingo en los dos bergantines de Ojeda. A los piratas no les gustaba meterse así en manos de la justicia pero les pareció preferible a los horrores de la soledad rodeada por los "salvajes".
22- Apenas en alta mar, surge una disputa entre Ojeda, acostumbrado a mandar, y Talavera - después de todo el cabecilla de los piratas, no acostumbrado a dejarse mandar. Resultado: Ojeda, en cadenas.
23- Pero surge una tempestad que los piratas no saben enfrentar. Resultado: Ojeda, descadenado para salvarlos a todos.
24- Pero ya era demasiado tarde. Naufragio en algún sitio de la costa sur de Cuba.
25- Unica posibilidad: a pie hacia la punta este de Cuba, frente a la Española, transitando por terreno intransitable; día a día, alguien moría por debilitamiento.
Finalmente, los 35 sobrevivientes llegan a un pueblo de paraborígenes quienes los tratan como siempre hacían los paraborígenes que todavía no conocían la crueldad de los Blancos: con máxima humanidad; incluso fueron a buscar a aquellos Españoles que habían caído, por si alguno todavía estuviese con vida.