Por otra parte, se puede escapar de desatinos pasando a fantasías; por lo menos no ilógicas, solamente extrañas - y, quién sabe, hasta posibles. Si se acepta, como, aparentemente, es inevitable aceptar, la existencia de mapas antes del descubrimiento oficial de lo mapeado, o sea, dos descubrimientos, uno, secreto, o quizás ignorado, uno, oficial, de la misma tierra, bien se puede dar consideración a otras cosas extrañas similares.
¿No podría este nuevo rumbo más meridional, justamente después del viaje II, tener una relación precisamente con el viaje II - más específicamente con aquel episodio agregado por algunos estudiosos más recientemente a la versión oficial del viaje II, aun cuando no homologado por la versión oficial, que tenemos anotado y hasta mapeado en Quisqueya, según el cual Colón, en ese viaje II, hubiese mandado, en la segunda quincena de diciembre de 1493, desde la Isabela, cinco carabelas directamente hacia el sur a ver qué podía haber por ahí, y después de recibir informe de que algo había, él personalmente, en noviembre de 1494, hubiese ido a ver, regresando en enero de 1495? ¿No podría ser ello otro caso de doble descubrimiento, uno, por alguna razón, callado, uno, oficial?
Por lo menos, de tal modo, el inexplicable cambio de rumbo del 4 de agosto de 1498 tendría clara explicación: ocurrió aproximadamente a la latitud de la península de Parias, hacia ésta, más al oeste, punto de descubrimiento, según el episodio no oficial del viaje II, y punto de descubrimiento oficial de este viaje III.
De cualquier manera que hayan sido los acontecimientos, en última instancia, Colón, al encontrar esta evidencia de una gran masa continental, se enfrentó con algo que, por una parte, no cabía en las especulaciones geográficas basadas en Marco Polo y Paolo Toscanelli pero, sí, cabía muy bien en las expectativas basadas en el Marinero X - ambas ópticas, muy lógicas.
Incidentalmente, cualquiera haya sido la razón del nuevo rumbo, no todas las seis naves de la flotilla participaron en estos acontecimientos. Colón mandó tres de ellas por el derrotero habitual a la Española, y sólo con tres aproó hacia el sur - suroeste.
También incidentalmente, que el contacto con la costa norte de América del Sur durante el viaje III haya sido el primero o segundo contacto, fue la extraordinaria oportunidad cuando Colón decidió no tomar posesión del descubrimiento en nombre de los Reyes en la primera recalada porque no quería oficiar tan solemne acto con sólo monos como testigos; a punto de que ni se apeó, y solamente algunos de sus hombres fueron a tierra; y fue recién en una segunda recalada, donde había dueños legítimos de las tierras, que, según la descarada fórmula, tomó perentoriamente posesión de lo que pertenecía a otra gente.
Es de preguntarse qué concepto tenían los invasores de lo que hacían, ya que, obviamente, los autóctonos no podían entender qué pasaba y que se les robaba sus tierras y su libertad en su propia presencia.