reglamentarias, un verdadero milagro en un país tan encajonado en leyes, regulaciones y advertencias como lo es Vespuccia.
Mientras asábamos nuestra cena, escuchábamos el persistentemente repetido retumbe de las olas; y también podíamos percibir, en contrapunto, la advertencia de las ranas, del otro lado de la carretera, de que iba a haber lluvia.
Y lluvia hubo. Toda la noche. Solamente que las ranas saben avisar de lluvia, pero no de viento. Y viento hubo tanto que, por el ruido y las sacudidas del coche, casi no pudimos dormir.
Esta mañana, medimos la velocidad del viento a 45 kilómetros por hora. De todos modos, con lluvia y viento, estamos bordeando la costa del océano Pacífico, en dirección al norte.
Dejó de llover, pero sigue el viento.
Tratamos de tomar unas fotografías, pero no fue fácil. Medimos la velocidad del viento a una máxima de 80 kilómetros por hora. Ahora sabemos medir el viento aun sin un anemómetro: cuando el viento lo obliga a uno a tomar una postura defensiva, el viento alcanzó una velocidad de por lo menos 70 kilómetros por hora. Tuvimos que tomar unas fotografías desde adentro del vehículo.
Estamos en Cannon Beach. La costa de Oregon, desde Florence a Cannon Beach, nos deja con dos impresiones.
Por una parte, es cierto que tiene lugares pintorescos; con, siempre, la costa escarpada a lo largo del mar y, a veces, islotes y rocas en el mar mismo; rasgos debidos a la base de basalto de esta zona.
La costa
Pero, por otra parte, y como ya insinuado anteriormente, salvo la playa imprevista del salmón asado, dónde uno mire, dónde uno se pare, uno tiene la impresión de estar en un parque zoológico del mar, si se puede utilizar semejante ineptitud semántica: con regulaciones, prohibiciones, barreras, avisos, haga esto, no haga aquello, por aquí sí, por allá no; todo cuanto es la manera más segura de quitarle el placer al placer que podría ser encontrarse en presencia de un océano. Situación, empero, que no tendría que sorprender en un país donde todo está sobre-regulado por demás, donde la gente piensa y actúa cada vez menos por cuenta propia y donde la iniciativa, la auto-suficiencia, la auto-protección, por lo tanto, se van atrofiando en proporción directa. Vamos a ver cómo encontraremos esta costa del Pacífico en todos los demás países de América.
Por otra parte, siempre se va aprendiendo algo. Siendo esta costa de origen volcánico, pudimos agregar un nuevo conocimiento a nuestra educación volcánica empezada en la lava de los Modocs. Aquí, aprendimos qué pasa cuando un derrame de lava entra en contacto con el mar: la lava, en vez de quedarse en una masa continua, se separa en fracciones menores como si fueran almohadones.