Como para quedarse incrédulamente asombrado. Asombrado incrédulamente. Pero por un instante, no más, el instante necesario para acordarnos de un documento de autenticidad indiscutida.
Sin duda sería demagógicamente fácil ridiculizar este significado inculpatorio ridiculizando la idea de pasar de letras latinas a letras hebreas, y seguramente habría quien tendría deleite en tildar de delirio el significado dado a estas letras hebreas en desmedro del héroe americano - pero existe ese documento, cuya autenticidad nadie puede impugnar, que nadie puede ridiculizar, que nadie puede tildar de delirante, y que se combina con el significado de la transliteración como mano y guante de medida, una carta mandada el 20 de marzo de 1488 por el rey dom João II de Portugal a Cristóbal Colón, a su - según dice literalmente el rey - "amigo especial en Sevilla" (Sevilha en portugués, en el texto original).
Y esa carta dice:
"Vimos la carta que nos escribiste: y la buena voluntad y afección que por ella mostras tener a nuestro servicio, te agradecemos mucho. En cuanto a tu venida acá ...... si por ventura tienes algún recelo de nuestras Justicias por razón de algunas causas a las cuales seas obligado, Nosotros por esta carta nuestra te aseguramos en tu venida, estadía y regreso que no serás apresado, retenido, citado ni demandado por niguna causa, que sea civil o criminal de cualquier tipo ......
Aviz, 20 de Marzo de 1488.
A Cristovam Colom nuestro amigo especial en Sevilla."
¿Algún comentario?
Incidentalmente, pero no por ello menos importantemente, la mera existencia de esta carta del rey portugués a su "amigo especial", mientras éste estaba, a la sazón, asediando, sin éxito, los reyes de Castilla-Aragón con su proyecto de alcanzar la costa asiática del Atlántico, es de por sí todo un tema para rumiar; pero no es éste nuestro tema en este momento.
De todos modos, semejante escándalo ultrajando la eminencia del Gran Almirante de la Mar Océana, descubridor de América, Colón/Zarco, no podía no desencadenar una explosión consecuente. Se desencadenó cuando un erudito bibliófilo, sacudido por la conmoción, se acordó de un libro que siempre le había parecido sospechoso, y mencionó el tal libro al astuto descifrador del escándalo.
De manera que, así como la tentativa I tuvo una inesperada secuela en la decodificación, a un tercio dudosa, del monograma de Colón/Zarco, la tentativa II terminó desencadenando una inesperada inmensidad de misterios, inmensidad insondable, a primera vista, en sus alcances y consecuencias.
Y el astuto investigador se abocó a una radiografía intelectual, podría decirse, del libro bajo sospecha.