Bastante asombrosas nos resultaron las muchas páginas que pasaron por nuestras manos, estoicamente recargadas de ingenio, paciencia, "senarios temúricos, senarios sefiróticos, letras umbilicales, letras periferales, permutaciones de letras, relocaciones de símbolos, fusiones de mundos de emanación, rotaciones de dispositivos numéricos, triangulaciones sefiróticas, esquemas laberínticos, inversiones espejadas en conformidad con la cábala metúrica alquímica", y más paciencia y más ingenio.
Como ilustración, en las inversiones espejadas, o sea "buscando la verdad del otro lado del espejo", según la fórmula consagrada, se puede encontrar cosas bien inesperadas. Por ejemplo, si se toma las tres letras x m y
de la sigla y si se busca la verdad del otro lado del espejo, o sea si se invierten dichas letras como reflejadas por un espejo, se obtiene al instante letras griegas. La m se vuelve una (omega minúscula - si nos permitimos yuxtaponer estos conceptos), la y se vuelve una (lambda), y hasta la x, si bien no cambia de apariencia, adquiere una nueva fonética ya que, ahora, es griega y no latina.
El resultado global de esta y todas las demás maniobras cabalísticas, vide supra, es, a juzgar por lo que pasó por nuestras manos, una demostración de que una llave cabalística no es suficiente para abrir un hermetismo cabalístico - a no ser que el hermetismo de la sigla de Colón no sea cabalístico como lo presupusieron los cabalistas sino de otra índole, necesitando, por lo tanto, otra llave, según lo intuyeron otros cateadores de secretos, quienes probaron su suerte en el descifrado de la sigla con una llave criptográfica.
▓■▓ Pero no de criptografía meramente monolingual, o sea dentro de su propio idioma, y limitada a las laberínticas ocurrencias que tanto nos interesaron en las runas vikingas en América, sino de criptografía bilingual, o quizás translingual, o sea pasando de las letras de un texto en un idioma, con su sentido propio en ese idioma, a las letras correspondientes en otro idioma, para formar otro texto, en el nuevo idioma, con su sentido diferente en este nuevo idioma; y además una criptografía con recurso, cuando necesario, al valor numérico de cada letra de los respectivos alfabetos.
Todo lo cual no es la extravagancia de un lunático sino la costumbre de la Edad Media de entretejer, de encriptar, significados escondidos dentro del significado aparente del texto, aun en literatura de altos quilates.
Y las revelaciones obtenidas por este tipo de criptografía parecen substanciales; en un caso, quizás definitivas.
Es de gran interés, se podría decir de sumo interés, comparar dos tales tentativas de desciframiento por criptografía, en sus meandros inquisitivos >>>>>>>>