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arqueólogo no tiene explicación de algo de lo cual no puede negar la existencia
o no puede argüir la falsedad, lo decreta ritual o ceremonial. El anta Candieira, cerca de Aldeia da Serra.

Podríamos habernos dado el gusto de más curiosidades megalíticas pero ya así nos alejamos en demasía de los propósitos específicos de esta Expedición.

De todos modos, nos llevamos la impresión de que no tiene la menor importancia cualquier disimilitud entre el megalitismo aquende y allende el Atlántico porque hay tantas variaciones sobre el tema que cualquier cosa es posible.

También, durante estos días, por entre las cámaras megalíticas, vimos lo siguiente.

En Montemor-o-Novo vimos, como de medida para nosotros - si bien era en conmemoración no de algo relacionado con Colón sino de la visita que hiciera al castillo de esta comarca el rey Dom Emanuel, en 1500 - un desfile en indumentaria de aquella época, o sea de la época de Colón; indumentaria no sólo para gente - en dos grupos contrastantes, uno, de nobles, y uno, de comuneros - sino también para caballos, y con un par de trompetas y un par de tambores también.



Dos vistas de la celebración

En Évora, vimos dos cosas.

  → Parte del peristilo sobre su plataforma, de un templo romano. Parece que estamos encontrando ruinas romanas en orden creciente de conservación. Primero, los vestigios de circo, cerca de Caerleon, luego, los restos urbanos de Conimbriga, y aquí, sólo parte de una columnata, pero en muy buen estado de conservación, con las estrías de los fustes, los capiteles y hasta los dinteles. Y es lógico, porque de Kymru/Gales a Portugal nos estuvimos moviendo de las marcas al centro del conglomerado romano. Con todo, todavía estamos esperando que algo de tan famosa estirpe haga más que interesarnos - todo nos interesa - que nos cautive.

Incidentalmente, se habla de este templo como de Diana, empero se desconoce su consagración romana original; fue cuando alguien quiso sacar el templo de su anonimato que le pareció que, por la rica fauna que en aquel entonces existía en la zona, podría haber sido consagrado a la diosa de la caza. Se lo fecha a los siglos II-III d.C.


Évora

  → Una prueba de que la fascinación con calaveras y demás osamentas humanas como motivos decorativos no es una exclusividad de los "salvajes" precolonenses. Aquí, en la iglesia de San Francisco, la capela dos Ossos lo demuestra cien por cien: totalmente mosaicada de millares de huesos, colocados tanto de punta como de largo, y centenares de calaveras mirando la escena con ojos vacíos.