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La salida de Lisboa por el puente suspendido sobre el Tejo es una pesadilla de lentitud. Por lo menos, tenemos todo el tiempo en el mundo para apreciar lo que habría que llamar el ojo de mar de Lisboa, con su gran superficie para maniobrar en aguas excelentemente protegidas, y que aparentemente estuvo dando su nombre a la ciudad desde los tiempos fenicios en base al fenicio Alis Ubbo, con el muy apropiado significado de Ensenada Amena. Lo cierto es que, aquí, hubo Fenicios, Griegos, Cartaginenses, Romanos, y luego Alanos, Suevos y Visigodos, hasta 714; y luego Arabes hasta 1147.

Llegados a la Arrábida.

Hay dos Arrábidas. Una sierra de Arrábida, muy escarpada, muy verde, dominando una gran vista del mar. Y, sí, hay un monasterio de Arrábida, anidado abajo en una falda. También, en la sierra hay extraños torreones, parecen oratorios, espaciados a lo largo de una cresta, siete de ellos, y ninguno de ellos igual a ningún otro.


Los oratorios en la cresta

Se va terminando el día.  Veremos mañana.

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Bien. Si se considera un monasterio un lugar con monjes, ya no hay monasterio; sólo un ex-monasterio de Arrábida. Así lo aprendimos de los nuevos ocupantes del predio, ahora con acceso vigilado por un ojo de televisión, cerrado por un portón de control remoto, de funcionamiento fantasmalmente silencioso y desencarnado, e identificado por un cartel en escritura ... china, felizmente también traducida al portugués: Fundação do Oriente.



El cartel de la empresa

Asimismo, aprendimos de los nuevos ocupantes lo siguiente:

 Sí, se habla de un paso de Colón por este lugar.
Pero él no puede haber tenido contacto con este monasterio porque este monasterio fue fundado recién en 1542.
→ Lo que no quiere decir que no tuvo contacto con religiosos por aquí porque presencia religiosa en esta ladera hubo desde por lo menos la época de 1200 cuando alguien hizo la promesa de levantar una capillita si salvaba su pellejo en un naufragio frente a la costa, y cumplió su promesa en la escabrosidad de la sierra; y, como otras ocupaciones religiosas de la ladera, hubo ermitaños practicando contemplación en huecos naturales en las rocas, artificialmente cerrados como celdas.
→ Si hubo otros Franciscanos y otro monasterio de Arrábida anteriores a los de 1542, los presentes ocupantes no saben.

Así que no todo está tan nítidamente concatenado como nos hubiese gustado; pero lo que falla, falla por lagunas, no por desmentidas o contradicciones.