Resulta, según aprendimos, que el muy mentado contacto entre Colón y los monjes franciscanos del monasterio de La Rábida cerca de Palos, cuando Colón estaba en sus primeros esfuerzos para presentar a los soberanos de Castilla-Aragón su idea de llegar a Asia navegando hacia el oeste en vez del este, que ese muy mentado contacto había sido facilitado por una muy ignorada recomendación de los monjes franciscanos ... portugueses del monasterio de Arrábida, cerca de Setúbal ...
Muchas conexiones portuguesas. Y qué coincidencia entre un monasterio Arrábida y un monasterio La Rábida.
Tendremos que buscar el monasterio de Arrábida, a ver si por lo menos queda algo.
4) Y tenemos otra extraña información más en cuanto a Colón.
Otra conexión portuguesa; y mucho más anterior; y ésta sí, escandalosamente iconoclasta - pero, quién sabe, tal vez cierta. Tenemos que ir digiriéndola de a poquito, tan larga y compleja es; y trataremos de ponerla en orden en Cuba.
No, no Cuba del Caribe; Cuba de Portugal, según descubrimos; Cuba anterior a la Cuba del Caribe. Cuba de Portugal, por razones contenidas en esta referida información misma.
Cuántas extrañezas debajo del cómodo mundo de cada día.
Hasta nuestras noches nos son un poco extrañas, si bien de otra manera, en el tranquilo lujo del parque frente a la iglesia de los Jerônimos.
Hay, en este parque, entre otras cosas - lo que incluye dos gansos en residencia en el interior del pedestal de una de las estatuas - un gran mosaico de piso que todo el mundo holla sin siquiera percatarse de su existencia, mosaico al cual falta una sola cosa para ser mirado, admirado y fotografiado: ser romano. El mismo caso que aquella ópera brasileña a la cual falta una sola cosa, haber sido escrita en Italia.
Este barrio se llama Belém. Consecuencia inevitable: hacernos pensar en la angustia de una repentina, fuerte y continua descarga marcada por el voltímetro de nuestro vehículo, todavía bastante lejos de Belém, el otro Belém, en la desembocadura del río de las Amazonas; y en el suspenso de cómo amanecerían las baterías después de la noche que todavía se interponía entre nosotros y aquel Belém; y - cuando las baterías amanecieron bien y nosotros llegamos a Belém - en el inenarrablemente estúpido razonamiento del electricista. ¡Qué recuerdos, qué recuerdos!
Oh, antes de que nos olvidemos. Ayer, fue la primera aventura de esta Expedición, si nuestra memoria no nos falla, de manejar en calles también transitadas por tranvías.