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Tejo donde, hoy, se yergue nuestro fortín de opereta. De manera que esta Torre de Belém, o por lo menos su sitio, algo tiene que ver con nuestra Expedición.

Pero ese sitio no era de relegación para indeseados. En el mismo lugar estaba un barco del célebre Bartolomeu Dias de Novães. Colón y Dias eran amigos. Colón había estado en Lisboa en 1488, cuando Dias había regresado de doblar el cabo de Buena Esperanza. Y fue por intermedio de Dias que el rey João II mandó llamar, por escrito, a Colón.

Dos tipos de contactos tuvieron el soberano y el explorador.

Una audiencia pública, durante la cual João II vehementemente protestó a Colón por haber éste navegado al sur del paralelo 28 y haber así violado la zona del Atlántico sur, perteneciente a Portugal por los tratados de Alcaçóvas y Toledo, y haber violado así esos mismos tratados; y aseveró que lo descubierto por Colón pertenecía, por dichos tratados, a Portugal y no a España, y amenazó con mandar una flotilla para tomar posesión para Portugal de lo ilícitamente descubierto para España.

Qué pasó en la audiencia privada, o audiencias privadas, no se sabe, pero cuando, después de ocho días en Portugal, Cristóbal Colón salió con su Niña de vuelta al mar, salió con una Niña reparada y reaprovisionada.

¿Por qué el técnicamente desafiado, ofendido, João II no puso a Colón en cadenas, no encarceló a su tripulación y no se apoderó de la carabela?

¿Para ahorrarle a Portugal la inevitable confrontación con Castilla-Aragón que ello hubiese desencadenado? - pero, en ese caso, no era necesario llegar al otro extremo, y reparar y reaprovisionar la Niña - ¿o por misteriosa conexión con las audiencias privadas?

1) Así fue la provocativa substancia de la estadía de Colón con un soberano extranjero y rival, antes de haber rendido homenaje y presentado su tan histórico éxito a sus propios soberanos.

2) Toda esta extraña impropiedad se vuelve todavía más llamativa cuando se le antepone otra conexión portuguesa en el primer regreso del triunfante Colón: una tempestad de altamar, anterior a la tempestad del cabo da Roca, había obligado a Colón a buscar refugio ... también en puerto portugués, en las Açores, donde se quedó diez largos días, del 14 al 24 de febrero de 1493; antes de la segunda tormenta, que irresistiblemente, o ¿"irresistiblemente"?, lo llevaría al cabo da Roca y Lisboa - mientras la otra carabela, la Pinta, al mando de Martín Alonso Pinzón, lograría llegar, a pesar de la mismísima tempestad, directamente a un puerto español.

3) Y ¿qué pensar cuando, a esta coincidencia de dos extrañas impropiedades, se les antepone otra conexión portuguesa más en la vida de Colón, muchos años antes?