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No más lejos que la extremidad sur de la quebrada de Roncesvalles, primera parada. Apenas un puñado de edificios, pero de antigüedades variadamente venerables, incluyendo un claustro monacal de misteriosa génesis porque parece dos claustros construidos sin saber uno del otro y luego incorporados, interpenetrados en una sola unidad, con total desprecio mutuo y con consecuente cahótica asimetría de sus rasgos respectivos, incluyendo una iglesia.

Una iglesia tan incorporada en los otros edificios que ni se ve, una iglesia que no tiene cuerpo externo, una iglesia que no existe salvo para quien conoce su existencia o quien, como nosotros, mete la nariz en todo, una iglesia cuya entrada misma no la delata porque podría ser un portón hacia cualquier otro destino, pero una iglesia, adentro, una maravilla, una maravilla incorpórea porque, por una parte, no recurre a ningún exceso que golpee los sentidos, mas, por otra parte, sello de arte magistral, logra maravillar, dar una sensación de levitación estética, sin revelar cómo lo hace, por lo menos no hasta que un observador meticuloso y analítico logre arrancarse del hechizo visual y empiece a pelar el misterio:

1) Dos tipos de columnas: un tipo grueso y un tipo delgado, con una diferencia lo suficientemente leve para que no se note a primera vista pero lo suficiente para que las columnas gruesas parezcan aún más macizas por contraste subconsciente y den una impresión de solidez a todo el templo, y para que las columnas delgadas parezcan aún más finas por contraste subconsciente y den una impresión de esbeltez a todo el templo.

2) Un tercer tipo de columna, más bien un pilar, en abrupto contraste con todas las demás columnas, por ser, éste, angular, y grueso como quizás cinco o seis de las columnas gruesas, un solo tal pilar en toda la iglesia, y no del todo obvio como tal, a pesar de ser lo primero cerca de la entrada, tan cautivada queda la mirada por el conjunto.

3) Medidas, suficientemente amplias para ser enaltecedoras, suficientemente limitadas para quedar humanas; proporciones en las medidas que parecen ser las únicas posibles.

4) Un rosetón, también haciendo maravillas con medios simples, por consistir de una roseta central nada fuera de lo común pero rodeada concéntricamente de medalloncitos o manchitas de vitrales individuales, resultando así en un rosetón grande, pero con sólo fina insinuación, más que obvia imposición, de su tamaño.

En resumen, una iglesia, esta iglesia de Nuestra Señora de Roncesvalles, que nos quedará memorable junto con la iglesia de Santo Domingo en Oaxaca - curiosamente por razones absolutamente contradictorias entre sí.

La visita es tanto más grata que hay dos detalles de bienvenida; si bien por medios tecnológicos, no de menor caballerosidad.

   1)
la puerta está provista de un sistema tal que cuando apenas uno la >>>>>>>>>>>>>>>>>>> >>>>>>>>