y Atha Cliath, quizás sería equilibrado que viéramos París en el medio de la isla-sin-agua-alrededor. Y no es que la inventamos nosotros esta isla-sin-agua-alrededor: basta fijarse en ciertos mapas para ver, a todo color, el topónimo: Ile-de-France; y en uno de los mapas que tenemos, la costa - perdón, el perímetro, está incluso marcado en azul.
Saliendo de Rouen - ¡ahá! - la fuente de la contaminación: una fábrica que no sabemos qué produce, pero que ciertamente inunda, cubre, sofoca, el vecindario con humo.
Un poco más lejos, otro caso de explotación, que se defiende, hasta se glorifica - cuando es para beneficio propio - como explotación "legítima e inalienable de recursos económicos nacionales", pero que se critica acerbamente cuando ocurre en el Brasil: desmonte y quema de bosques - aquí, de lo que queda de un bosque.
Isla de Francia.
Agua en su rededor no vimos, pero los indígenas están tan convencidos de que viven en su Isla de Francia que hasta tienen un nombre para sí; se llaman Franciliens, algo como Francisleños.
París.
P La ciudad la más fácil de captar de todas las muchas que vimos. Porque, en contraste con las personalidades de otras ciudades, conformadas por lo construido, por una variedad de edificios que hay que ir conociendo uno por uno y que hay que ir relacionando mutuamente, la personalidad de París está conformada más por lo no edificado que por lo edificado. Quítese los edificios principales - salvo, absolutamente, la Torre Boenickhausen y, quizás, el Arco de Triunfo - y París seguirá siendo una ciudad diferente; rellénese con construcciones los espacios vacíos principales, y París será una ciudad como las demás.
P Conviene aclarar que la tal torre Boenickhausen es lo que se conoce como torre Eiffel. Resulta que, tal como ocurre en el mundo de celebridades dirigiéndose al gran público, el ingeniero Boenickhausen se dio cuenta de que semejante trabalenguas de lenguas francesas no ayudaría a la fama de su torre y optó por un pseudónimo más palatable, pero sin renunciar por ello a su origen germano, y se acordó de las sierras Eifel en Renania, y así la torre empezó a relucir su nombre de Eiffel.
Incidentalmente, la torre no es exactamente como estaba originariamente; realizó el sueño de no poca gente: ganar en altura, perder en peso; de los 312,27 metros originales creció a 320,75, y de las 10.000 toneladas originales bajó a 8.666.
P Vimos casos de cirugía arquitectónica como en Santo Domingo, construyendo estructuras totalmente nuevas incorporadas subrepticiamente por atrás a fachadas añejas. Salvo que, aquí, no hay piedra de coral caribe.