Terminada la serenata matutina ansarina, seguimos viaje oblicuamente, un poco hacia el norte, un poco hacia la costa del Pacífico, por un camino sinuoso entre laderas cubiertas de coníferos, coníferos de por sí todo un espectáculo, por el grosor de sus troncos, por la rectitud de sus troncos, y por su gran altura.
Hemos ingresado a una larga región de vieja, y no tan vieja, actividad volcánica, que se extiende hasta los alrededores del pueblo de Bend, en el centro mismo del estado de Oregon. Ya aquí, uno de sus afloramientos, alrededor del pico Lassen, está protegido como parque nacional.
Pero nosotros seguimos hacia el primero de dos afloramientos que nos interesa visitar.
Pasado el pueblo de Adin.
La carretera varias veces subió y bajó de 1.000 ó de 1.200 metros en pocos minutos como si nada fuese; con cada subida y bajada, entramos a, y salimos de, la zona de nieve de altura; ahora, estamos sin nieve.
Los coníferos ya no son tan opulentos, solamente comúnmente hermosos.
Por lo que hemos visto hasta ahora, esta parte de Alta California no puede merecerse el nombre de Cali-fornia.
Nuestro detector de radiaciones nucleares se ha calmado; indica solamente las lógicas radiaciones de fondo; parece que Nuevo México, Arizona y Nevada fueron los tres malos lugares, con Nevada tal vez el peor de los tres.
La tierra aquí, muchas veces tiene todavía un color rojo en todos sus tintes.
/\1 Hemos llegado al primer afloramiento de los dos que planeamos visitar en esta cadena de antigua actividad volcánica.
Veamos.
Está anocheciendo. Y falta. Vamos a pernoctar aquí mismo. Mañana, seguiremos.
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En un atardecer, el de ayer, y en la mayor parte del día siguiente, hoy, nos encontramos con dos fuerzas igualmente despiadadas: la actividad telúrica y la invasión de América por los Blancos.