Varios días de península Dingle. Resultados.
I) Tiempo. II) Ambiente, mirando hacia el mar.
III) Ambiente, mirando hacia tierra adentro. IV) Rutas.
V) Cosas vistas y aprendidas. VI) Cosas varias.
■■■ I) Tiempo. Tiene prioridad en la lista porque fue una incontrolable furia invadiendo todo lo demás. Aquella madrugada de incertidumbre meteorológica fue sólo un portal hipócritamente abierto hacia un mundo meteorológico que no se puede describir simplemente como tempestuoso; la palabra que viene es fantasmagórico. Cuando teníamos, en una punta de América, 40º bajo cero en el Artico canadiense, era un extremo, pero desapasionado, y sabíamos cómo adaptarnos. Cuando teníamos, en la otra punta de América, el viento patagónico argentino, era un extremo, pero desapasionado, y sabíamos cómo adaptarnos. ¿Pero aquí? No la tranquilidad de un viento - aun cuando fuerte - de fuerza permanente y conocida; sino la zozobra de continuos coléricos embates, irresistibles por su imprevisibilidad; y la zozobra de esos latigazos de viento, a veces ametrallando con granizo de tal fuerza que nos preguntábamos cómo iría a aguantar la pintura del coche, y que temíamos una rotura de vidrio, o, a veces "solamente" envolviendo el vehículo en una cortina ciclónica de lluvia; y la zozobra de un cuadro celeste absolutamente desgarrado, compuesto - en un mismo instante pero en diferentes lugares del cielo - de nubes de toda descripción de oscuridad, y de manchas azules, todo ello, granizo o lluvia, acompañado ya sea de visibilidad nula o de sol radiante.
Una vez, cuando, en un intervalo sin lluvia (pero no sin coléricos sacudones de viento), caminábamos por un pastaje de ovejas hacia un antiguo recinto de sepulturas en lo alto de una loma, con extensas vistas por todos los lados, vimos cuatro ¡cuatro! focos separados de lluvias descargándose de sus respectivas nubes a tierra en un cuadro por otra parte soleado (soleado para el próximo minuto solamente - porque en un minuto podría haber una quinta lluvia, acaso en nuestro sitio mismo, o el cielo podría estar totalmente tapado). Esa misma circunstancia desencadenaba un aturdimiento de arcos iris surgiendo y apagándose demasiado rápidamente para poder admirar debidamente cada uno de ellos; uno de ellos, un arco total de tierra a tierra.
Las fotografías que tratamos de tomar, las tomamos con velocidad de obturador de 250avos y 500avos de segundo, no por la movilidad del tema sino por las incontrolables trepidaciones de la cámara bajo los irresistibles embates del viento.
Siempre, al abrir una puerta del coche, teníamos mucho cuidado en dominarla para no dejar que volara contra las bisagras y las forzara. Una vez, sin embargo, escapó la puerta, voló contra las bisagras con fuerza implacable; no venció las bisagras pero su reborde tocó el reborde del guardabarro, con el resultado de dos pedazos de pintura saltados; y hay algo aflojado dentro de la puerta, que suena con lúgubre golpeteo en cada sacudida del camino.