formada por una raíz autóctona y una desinencia anglosajona; donde empieza lo ofensivo es en la combinación, de imposición imperialista por los Anglosajones de su versión a los países no-anglosajones, como única denominación, obliterando la denominación autóctona, y de irreflexiva adopción por el mundo no-anglosajón de esa versión anglosajona que les es extranjera, y es insultante a la nación denominada.
¿Cómo le gustaría a un Venezolano ser conocido únicamente como Venicelandés, o a un Argentino ser conocido exclusivamente como Silverlandés, o aunque sólo sea Venezlandés y Argenlandés?
Si el idioma checo supo guardar su lucidez en esta confabulación internacional y supo acuñar la denominación "Irsko", o sea con respetuosa raíz autóctona y anodina desinencia eslava, ¿por qué no podría hacer lo análogo el idioma castellano?
Veamos. Y ¿por qué no simplemente la versión autóctona Eire? ¿O quizás una versión un poquitín hispanizada como ser Eirina como Argentina, Eiria como Bulgaria, Eironia como Polonia; o quizás Eria - que tiene dos ventajas, la ventaja de estar muy cerca de la pronunciación autóctona de Eire, y la ventaja de fluir mejor en castellano? ¿Por qué no? No es más difícil que Afganistán o Zaír. Ya está. El país, Eria, y sus habitantes, los Ireses. Cuestión de acostumbrarse. Con sólo estudiar el caso, ya nos acostumbramos.
Y sigue la tormenta.
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Tres de la madrugada. Brillante sorpresa. Estrellas. Estrellas tan fuertes que son maravillas. ¿Habrá terminado la Gran Tormenta? Si es así, al amanecer, adelante.
Amanecer. El tiempo está lejos de estar estabilizado del lado bueno pero por lo menos no está estabilizado del lado malo; compactos nubarrones negros y Venus comparten el azul todavía oscuro.
Adelante.
Entrando en la península de Dingle. No sabemos qué nos espera más adelante, pero, por ahora, las vistas desde este camino costero sur son magníficas - dentro de lo que uno se puede atrever a apartar los ojos del camino, angustiosamente angosto, de pavimento imprevisible, y torciéndose por cada convulsión de la costa.
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