Lo que vimos, es una ladera de cerro dislocada de tal manera que la pendiente está interrumpida por una faz vertical y luego sigue con su inclinación anterior, pero en otro nivel. El único interés es humano porque este acontecimiento ocurrió no en vagos tiempos pretéritos sino a la vista de los vecinos.
Incidentalmente, aquellas fallas se encuentran cerca de un centro de entrenamiento para guerra electrónica de Vespuccia.
Unos kilómetros más adelante, ahora estamos pasando por un campo de práctica de bombardeo, con la advertencia de que nosotros, los motoristas, tengamos cuidado con aviones a muy baja altura. Gracias, agachemos la cabeza.
Desde hace varios kilómetros, el terreno se volvió todavía más árido, o sea que aun las pocas plantas raquíticas desaparecieron, y quedó tan sólo arena de horizonte a horizonte.
Volvieron las pequeñas plantas raquíticas.
Y ahora, es absolutamente increíble. Después de los días y días y días de llanura árida bordeada de sierras todo un placer para la vista y, por colmo, ahora, a escasos kilómetros solamente después de la arena de horizonte a horizonte, de repente, primero, en un kilómetro de distancia, se abrieron las serranías hacia los costados hasta desaparecer, y luego, en una distancia de un metro, como si alguien hubiese trazado una línea de demarcación, la llanura árida dio paso a una llanura verdeante, fértil, cubierta de campos manicurados y punteada de vacunos deleitándose con un pastito verde. Lo que, por contraste, nos hizo acordar de las desdichadas criaturas en los corrales de engorde aquellos.
Volviendo a este abrupto contraste, de llanura árida a verdeante, es de verdad increíble. Ocurrió a pocos kilómetros antes del pueblo de Fallon, a donde llegamos ahora.
Aquí, en Fallon, fuimos al mercado y ¿qué es lo que vimos?, una hilera de las maquinitas auto-jugadoras de azar; ahí no más; en el mercado. Y, naturalmente, había gente jugando, moviendo la palanca, perdiendo sus monedas, yendo de maquinita en maquinita como perro hambriento, de hueso en hueso; uno de los adictos, mientras movía la palanca y perdía sus monedas, tenía la mirada fijada lejos en la calle.
Lo que nos hace acordar de que en Las Vegas, también vimos la versión moderna de estas maquinitas, o sea que, en vez de tener el habitual mecanismo de rueditas, tenían todo su adentro electrónico, y una pantalla de lectura electrónica también.
También, ya nos sentimos hartos de la ignorancia, o estupidez, o falta de concepto, de los Vespuccianos. En la playa de estacionamiento del mercado, otro nos preguntó si estamos dando una vuelta "al mundo".