El formulario que tuvimos que llenar ilustró una diferencia, y destacó otra diferencia, entre esta ex-colonizadora y aquella ex-colonia. Ilustró una de las diferencias de ortografía entre el inglés inglés y el inglés vespucciano: aquí, colour, en vez de color allá. Destacó que el concepto de fecha inglés - o gran-británico, o reino-unidense, o lo que sea - es el satisfactorio, lógico, civilizado, yendo de menor a mayor, día-mes-año, y no el desatinado vespucciano brincando de mediano (mes) a menor (día) a máximo (año). Qué alivio.
Mientras estábamos en la maraña del puerto, tratamos de columbrar, tan inconspicuamente como posible, un edificio ilustrando un caso de gran éxito comercial. ¿Por qué inconspicuamente, pues?
Todo empieza en 1709.
En 1709, cuando Liverpool era no más que un pequeño puerto pesquero, de no más de 5.000 habitantes; pero con alma de gran mercader internacional.
En menos de 80 años, se infló en un pudiente centro de comercio intercontinental, con más de 34.000 habitantes. Empezando con un primer barco en 1709. Llegando a 90 barcos en 1752. Para 1783, ya había efectuado unos 2.250 viajes transoceánicos, y así había logrado controlar la mitad del tráfico mundial en su especialidad.
Tan opulento se había vuelto Liverpool que pudo permitirse una nueva casa de aduana, incluso realzada con decoraciones homenajeando la fuente de su riqueza: la trata de esclavos negros de Africa a América.
Por eso, inconspicuamente.
Pero como nada veíamos, preguntamos - claro que refiriéndonos sólo a un "edificio de la segunda mitad del siglo XVIII", sin mención de la ostentación de la trata de esclavos negros. Así aprendimos que el edificio ya no existe; que, en su lugar, se construyó otro edificio, en el siglo XIX; que, de todos modos, la zona portuaria sufrió bombardeos por los Alemanes, y que, ahora, hay en el lugar una tercera generación de construcciones.
A salir de Liverpool. A lo largo de la costa norte de Gales, en dirección a nuestro primer punto de peregrinaje en Europa (si es que lo encontramos), el rumoreado sitio de embarque del príncipe Madoc hacia su rumoreada - y, según ciertos estudiosos, demostrada - llegada, precolonense, al golfo de México.
Con la lluvia, y con el manejo por la izquierda en vez de la derecha por primera vez en contra del automatismo de centenares de miles de kilómetros al revés; una doble dificultad que requiere doble cuidado y que no deja margen para observaciones. Pero no importa, hoy viajaremos sólo hasta encontrar un sitio para pernoctar. Una cosa que no se puede no notar es que todos los carteles están en galés e inglés.