como el Labrador o la punta de la bahía de Hudson; y comparando todo ello con las primeras heladas invernales que dejamos atrás en Nueva Inglaterra, a una latitud bastante más meridional correspondiente a la mitad septentrional de España aquí en Europa; podemos entender con palpable intensidad la muy desagradable sorpresa de los primeros Ingleses y Franceses en América por los duros inviernos en sus partes del continente.
Liverpool.
Prioridad, evidentemente, reunirnos con nuestro fiel vehículo. De la terminal de ferrocarril a la naviera, de la naviera a la aduana. Pero hoy, demasiado tarde, la aduana cierra a las 16. A un hotel para la noche.
Con buenas intenciones, el hotel: secador de cabello, tabla de planchar y plancha; pero con deprimentes mezquindades: inodoro tipo aeropuerto de Londres, jabón supuestamente para ducharse - bañera no hay - pero suficiente para dos lavados de mano, no más, pileta tan mezquina que es difícil lavarse las manos sin salpicar agua en el piso e imposible lavarse la cara, escalera con estrechez aparentemente calculada para permitir el paso sólo de una persona con manos vacías e impedir el paso de una persona con valija.
Comparado con el hotel de Halifax, precio más del doble para una incomodidad y desagradabilidad que no se puede expresar en fracción de la comodidad y agradabilidad de Halifax (con su bañera y ducha, gran mesada de baño, cocina, mesa y sillas de comedor, gran ventanal, balcón, vasto panorama de ciudad, de tráfico de puerto, de salida al mar) porque acá es otro mundo (sin otro mueble que la cama y un minúsculo secretario con silla - una sola - sin otra aeración y vista que una ventanilla sobre un pozo de paredes traseras de otros edificios), un mundo opresivo. ¿Por qué?
Entre los folletos tal como se suele encontrar en hoteles, uno, bien a la vista: cómo detectar billetes de banco falsificados - tacto de papel, tacto y nitidez de la impresión en el papel, un camafeo en filigrana que, a contraluz, debe revelar la reina - no, la reina así no más; con dos mayúsculas, por favor, La Reina.
Sí, ¿cómo son los billetes de banco? Más de una vez ya, billetes de banco nos abrieron una ventana sobre, y nos ayudaron a detectar, percibir, rincones del alma de una sociedad.
Primero, viniendo de Canadá, una cara en los billetes requiere permanente agudez para no confundir los billetes de los dos países: la misma cara en ambos países; con la única diferencia, observando más detenidamente la situación, que el retrato en los billetes de Canadá lleva sólo aretes y collar mientras que el retrato en los billetes de Inglaterra lleva además una corona - a no ser que sea una diadema. Por lo que es imperativo, por lo menos en estos primeros momentos en Inglaterra, fijarse si el billete en nuestras manos >>>>>>>>