\NY/ Y finalmente, el contrapunto histórico a todo lo anterior.
Como en ninguna otra ciudad, cautivó nuestra atención el encadenamiento de aspectos históricos locales; quizás porque estos aspectos, uno por uno, ilustran situaciones similares en muchos otros sitios, pero, todos en conjunto, ocurrieron solamente aquí. Como sigue.
* Las aguas de los paraborígenes, alrededor de la isla. Aguas limpias. No limpias-ascéticas como en un acuario. Limpias-turbias de vida microscópica como la naturaleza las hizo y quiso, sin la salsa química de hoy.
* Los cardumenes de peces proliferando en esas aguas feraces.
* Las toninas, las ballenas, las focas.
* La isla de los paraborígenes. Su forma increíblemente recortada, en vez de la rectilineidad de relleno de hoy. Su tamaño, por lo tanto, 25/oo más pequeño que hoy.
* Entre el agua y la isla, la antigua riqueza de cangrejos, almejas, algas y otra vida, a lo largo de tan privilegiado litoral estuarino, en vez del mortal collar de cemento de hoy.
* La llegada del primer Europeo - salvo, quién sabe, algún Vikingo - el Italiano bajo bandera francesa, nuestro viejo conocido Giovanni da Verrazano, en 1524.
* Los nombres dados por él, a la bahía de acceso a la isla como Baie Sainte Marguerite; y a la isla misma, como Angoulême.
* La llegada, tanto tiempo más tarde, en 1609, del Inglés Henry Hudson pero bajo bandera holandesa.
* La alegada evicción, por los Holandeses, de unos fantasmas franceses de un Angoulême que puede haber sido algo más que un nombre en un mapa.
* El probable malentendido, desencuentro de intenciones, en el convenio de 1626 entre los Holandeses y los Manhatanes - porque lo que los Holandeses concebían como su adquisición del derecho de propiedad de la isla según los conceptos europeos, los paraborígenes probablemente lo concebían sólo como una cesión del usufructo de la isla ya que, según sus conceptos, la tierra es morada de todos, propiedad de nadie, por lo tanto no transferible.
Lo que, incidentalmente, hace mucho más lógico y entendible que los paraborígenes hayan aceptado de los Holandeses sólo las pocas mercancías que aceptaron - porque las consideraban no como pago de la inalienable isla sino como pago solamente de su usufructo - y quién sabe por cuánto tiempo. De manera que, posiblemente, los Manhatanes no eran tan bobos, y los Holandeses tan astutos, como los quiere retratar el estereotipo habitual.