║ Y la cantidad de marcas blancas en las fotografías por partículas de polvo, incluso por pelusas.
║ Y los negativos en sus camisas de plástico; colocados sistemáticamente doblemente invertidos: de pies a cabeza, y de último a primero en vez de primero a último.
║ Y las camisas en sí. Para cada rollo, quince tiras en vez de las diez u once necesarias. Despilfarro.
Qué trabajo extra e innecesario para nosotros, tener que luchar con, y solucionar, todo lo susodicho. Por ejemplo, las muchas, que ciertamente sumaron a más de cien, marcas blancas en las fotografías, causadas por las pelusas y el polvo, marcas que, por desesperación, tuvimos que retocar con pincel y colores - técnica que aprendimos en Shallotte.
/■\ También, nos vimos enredados, como víctimas y, por ende, como observadores, en un estudio sociológico - de muy pesarosas conclusiones para la humanidad y de penosas consecuencias prácticas para nosotros - respecto a la catastrófica extinción de una parte de la clase media creativa, probablemente símbolo de la extinción de la clase media creativa en general, durante el lapso de esta Expedición (largo para nosotros, ocho años y cinco meses, pero cortísimo en términos de fenómenos sociológicos).
En nuestro caso específico, quisimos comprar dos tipos de grabadoras magnetofónicas como teníamos - a nuestra entera satisfacción - al principio de la Expedición. Por una parte, una grabadora de mano, con cartucho (cuando los Franceses, y los loros que los imitan, dicen "cassette", lo único que dicen es "cajita" lo que es más vago y, por ende, menos apropiado que "cartucho"); una grabadora de mano, con cartucho, pues, con la capabilidad de grabar, desde un receptor de radio, desde otra grabadora, y sobre todo con la capabilidad de grabar por micrófono externo con interruptor en el micrófono. Y, por otra parte, una grabadora de mesa, con carreteles de cinta abiertos, para poder manipular la cinta.
Y ¿qué encontramos, para nuestro asombro como observadores, y nuestro pesar como consumidores?
En grabadora de mano, encontramos toda clase de chucherías tan impresionantes visualmente para mentes chiquilinas como inútiles funcionalmente; una miniaturización a la cual sólo faltaba dedos miniaturizados también para poder manejarla; incluso un modelo "estereofónico" con el lujo de dos micrófonos grandemente separados por un mísero centímetro en el propio cuerpo de la máquina; pero nada con micrófono externo con control remoto.
- No, ya no, señor, sólo en carísimos modelos para profesionales.
En grabadora de mesa, con carreteles abiertos, nada.
- No, señor, ya no, es historia antigua, sólo en carísimos modelos para profesionales.