perfección es lo que se esperaría con semejante apariencia de altanera riqueza. Nada es, por dentro, como se esperaría por lo que parece por fuera.
¡Qué diferencia con Buenos Aires - a favor de Buenos Aires!
En Buenos Aires, vimos, nos acordamos, gente mediana en un departamento como sigue. Sólo dos departamentos por piso, cada departamento en su propia ala del edificio, sin una sola pared en común. Cada departamento, con entrada principal y entrada de servicio; con cocina provista de terraza para abundancia de aire y luz, y espacio en la terraza para lavandería; con acceso a la azotea para secar la ropa al viento y al sol; con agua caliente individual cuándo y cuánto se necesite, vale decir sin el derroche de energía y dinero de mantener siempre agua caliente para todo el edificio aun cuando nadie la necesita; con la heladera de compresor central del edificio, o sea totalmente silenciosa; con incinerador central de basura, con boca por donde echar la basura en cada piso, saliendo por la salida de servicio; con dormitorio y cuarto de baño de servicio para la sirvienta, juntos a la cocina con su terraza; y toda esta parte de servicio, herméticamente separada de la parte principal del departamento - con baño principal, dos dormitorios principales, y sala de estar - herméticamente separada cuando así se desee, con sólo cerrar una puerta doble. Ello, repetimos, para gente mediana.
Para gente más adinerada, la misma cosa, pero con materiales y detalles de más lujo. Y ni hablar de aquellos departamentos, a razón de uno solo por piso, con entrada directamente del ascensor, con dos dormitorios para las sirvientas, o sea mucama, cocinera, niñera, lo que sea, en cuales departamentos uno encuentra más distinción que la esperada, y no menos que la esperada.
A comparar estos pisos, de un solo departamento de lujo, o de dos departamentos de categoría menor, con los pisos, acá, en Nueva York, en la categoría de lujo, de tres departamentos apretados, y en la categoría mediana, tranquilamente de diez departamentos - por piso, hay que repetir; con un hormigueo de gente que necesita dos vertibuses.
Sin olvidar que nuestro tema es Nueva York, tenemos que agregar y aclarar que esas relaciones entre sirvientas y familias en Buenos Aires no son de explotación antisocial: conocemos casos de sirvientas quienes, después de trabajar varios años para una familia, se casaron, e invitaron la familia al casamiento. No está mal, no cierto.
/■\ Decidimos tratar de comprobar la afirmación de aquel traficante de arqueología en Teotihuacan de que muchas de las piezas de arqueología escabullidas por contrabando de México, y por ende en manos de coleccionistas extranjeros, son frecuentemente iguales a las mejores de los museos mexicanos. Logramos nuestro propósito. Vimos. Vimos, en manos particulares, hermosísimas piezas que ciertamente serían entre las mejores de los museos mexicanos. El traficante decía la verdad.