Las campañas electorales en esa tribu no están estructuradas de manera a que todos los partidos tengan la misma oportunidad de exponer sus ideas, sino de manera a que solamente los partidos muy ricos - o sea financiados por, y consecuentemente atados de obligación a, gente rica, vinculada con la alta industria y finanza, capaz así de movilizar las ingentes sumas necesarias, y que, en la práctica, son sólo dos partidos - puedan trompetear sus ideas, mientras que los demás partidos tienen que quedarse, por falta de dinero, tan silenciosos como si no existiesen; y, naturalmente, los electores votan por lo que se les martilló en la cabeza - o se abstienen - pero nunca votan por lo que desconocen. Así, dinero compra votos.
En cuanto a la guerra, el ejército de esa tribu se basa en enlistamiento voluntario. Y ofrece escolaridad gratis en muchos oficios y muchas especialidades, con la condición de que el enlistado se quede como soldado un número de años para compensar el gasto del entrenamiento que, luego, le servirá en la vida civil. Una oferta que resulta muy atractiva en esa tribu donde las escuelas no son gratuitas, donde el costo a pagar por los alumnos en las escuelas es astronómico; una oferta, en realidad, la única manera de adquirir una educación por parte de la gente pobre. Por cuya razón, los adinerados no enlistan porque, teniendo dinero, es mejor pagar las escuelas y no exponerse a enlistamiento y guerras, y sólo los pobres, que no tienen otra posibilidad, enlistan. Así, el poder del dinero evita tener que ir a pelear.
/■\ Varias personas nos dieron regalos de buena vecindad, algo bien inhabitual en Vespuccia: jugo de naranja, ramillete de flores, suturas cutáneas estériles con siete idiomas, pastelitos, pan dulce de maíz. Pero Nueva York no es Vespuccia. Los mismos Neoyorquinos dicen que el Midwest, a 2.000 kilómetros de aquí - o sea su espíritu estrecho - empieza ya cruzando el río lindante Hudson; lo que nuestra persecución en su otra orilla ilustra.
/■\ Un regalo se merece una mención por separado. Más por el regalador que por el regalo.
Un hombre con un arpa y un violoncelo, y una obsesión y un sueño. La obsesión de imitar cantos de pájaros tropicales con su arpa y especialmente con su violoncelo; y el sueño de viajar al Paraguay, la selva brasileña y los llanos colombianos. Por ahora, se pasa horas de la noche escuchando por ondas cortas Radio Caracol de Colombia, y no nos acordamos qué radiodifusoras de Brasil y del Paraguay.
Lo extraordinario es, los sonidos - casi siempre en intervalos armónicos - que rasca de su violoncelo; y las dos maneras cómo se los puede percibir, según cómo se los enfoque. En una manera, con pájaros, no tienen la más mínima relación. En una primera impresión, y segunda, tercera y cuarta, son sonidos que parecen desatinos de una mente inconsciente. Y así siguen pareciendo por tanto tiempo por cuanto uno espera escuchar algo racional en este siglo XX en >>>>>>>>