Acabamos de tener la diabólica satisfacción, de haber lavado el chasis de nuestro vehículo pasando por un gran charco en la carretera en el medio de este desierto; y también de experimentar el sutil refinamiento de tomar la fotografía de un lago que aquí, ayer, no estaba, y mañana, no estará.
Llegamos a, nos detuvimos en, y nos vamos del, punto más bajo de este país - como ya dicho, unos 86 metros debajo del nivel del mar. Como tantas otras cosas, es más el conocimiento intelectual de la cosa que lo que ocurre en la realidad.
El interés del sitio gira alrededor de dos marcadores: uno, en el punto más bajo, que reza: "Aquí Es" y otro, en la faz de un farallón del otro lado de la carretera, rezando: "Nivel del Mar" se supone pues que a 86 metros encima del primero.
Con el cartelito blanco indicando el nivel del mar
El cartel diciendo "aquí es" habla a la razón, fríamente; el cartel rezando "nivel del mar" habla a la sensación instintiva; con el primero, uno sabe pero no siente, con el segundo, uno realmente siente lo que es encontrarse parado debajo de 86 metros de mar. Y sin embargo, entre las otras personas que vimos en el lugar, nueve de cada diez fotografiaron a alguien parado cerca del cartel "Aquí Es", y solamente una de cada diez fotografió lo interesante, el contraste entre el punto más bajo y el cartel rezando "Nivel del Mar"; una buena ilustración del espíritu turístico o quizás sea del espíritu humano.
Este punto el más bajo también da un perfecto ejemplo de la deficiencia conceptual de los Vespuccianos. Ciertos materiales explicativos lo llaman el punto más bajo de lo que ellos llaman América, o sea nuestra Vespuccia; otros materiales lo llaman el punto más bajo de lo que ellos llaman el hemisferio occidental, o sea nuestra América. De dicha deficiencia conceptual se podría dar, y daremos, docenas de ejemplos sacados de la vida diaria, pero esto será para momentos menos ocupados y apurados de esta Expedición.
Seguimos el camino.
De tanto pensar en la aridez de este lugar, fácil sería olvidarse de que aun aquí hay flora y hay fauna.
En flora, nos dicen los sabios en xerobotánica, 900 - novecientos - son los tipos de plantas que logran perpetuarse en este desierto. Claro, nos es medio difícil conciliar oído y ojo, el oído escuchando semejante cantidad, y el ojo viendo sólo una microfracción de la misma cantidad, pero si así dicen, así debe de ser.
De todos modos, las plantas que se perpetúan lo logran, naturalmente, adaptándose. Ya sea por tegumentos para limitar evaporación a lo mínimo, ya sea por enormes - en el sentido literal de la palabra - sistemas radiculares, de hasta 15 a 18 metros de alcance, ya sea horizontalmente a ras de tierra, ya sea perpendicularmente en profundidad para captar humedad a lo máximo.