ladrón se fugó sin robar nada, además perdiendo su carrito y perdiendo, dentro del carrito, su botín anterior, de otro robo, según se vio luego.
El coche, repleto de cosas, pertenecía a una familia en largo viaje de vacaciones, pasando por Nueva York, a la vez provista de todos los muchos pertrechos del caso, e inocente de las realidades neoyorquinas. Sin la intervención de Karel, hubiese sido una gran pérdida para la familia y una mayor bonanza para el ladrón.
Oh, pero la historia no termina así. Al muy corto rato, con una tertulia de vecinos al respecto, y muchas pertenencias dentro y fuera del vehículo indefenso como animal destripado, porque los dueños no estaban, llegó a pasar un patrullero de policía. Naturalmente, todo el mundo lo paró; esencialmente con el propósito de que asegure alguna protección a las cosas antes de que otro ladrón las coseche, lo que, con toda seguridad, ocurriría en contados minutos si se dejasen solas. Reacción de los señores policías confortablemente recostados en sus asientos, y conversación subsiguiente:
- Bah, para esas cosas no tenemos tiempo.
- ¡Cómo que no tienen tiempo!
- Ni alcanzamos con asesinatos, crímenes violentos, drogas.
Felizmente, al rato, apareció la familia del coche en desamparo. Y nos obsequió una gran bolsa de manzanas.
\ Otro caso de robo desbaratado ocurrió a eso de las 4 de la madrugada.
Este caso no pasó del vidrio roto, el ladrón no tuvo el tiempo de siquiera meter la mano adentro, sólo fugar, seguramente en asombrado susto porque nuestra reacción fue instantánea: el coche agraviado era el nuestro, con nosotros durmiendo adentro. Felizmente, solamente una aleta rota. Recuerdos, de la tentativa de robo en Lima, de la cerradura forzada en el Cusco, del cuento que no nos tragamos en Arequipa.
Cuando preparábamos la Expedición, teorizábamos sobre la posible necesidad en lugares de gran peligro, de dormir por turno para mantener permanente vigilancia por turno. Nunca llegamos a hacerlo; porque, en la gran mayoría de los lugares, no era necesario, y en los lugares de mayor duda, siempre hubo alguna circunstancia para mitigar el problema, incluso, frecuentemente, la benevolencia de la policía, benevolencia totalmente ajena al vocabulario de la policía de Vespuccia.
Aquí, en Nueva York, estamos más cercanos a la necesidad de vigilancia por turno que en cualquier otro sitio. Después de nuestra noche inconclusa, decidimos, como media-medida, ir a dormir muy temprano y despertarnos sistemáticamente a las 4 de la madrugada para estar en alerta en las horas de pre-amanecer que parecen ser las más peligrosas.