/■\ Museo Guggenheim.
Quisimos visitar esta pinacoteca para completar nuestra colección de edificios en hélice, o en caracol, de Quito y otras partes; pero está cerrada por ampliaciones.
No es necesario entrar para ver una diferencia entre esta espiral y las demás; las demás están circunscritas en cilindros, ésta, en un cono invertido y, por ello, también truncado.
/■\ Galería de Ciencia y Arte IBM.
Qué expectativa sentimos cuando descubrimos, en un primer vistazo, que nos esperaban temas como foto-descomposición ablativa, superconductividad, microscopio electrosensor, geometría fractal y otros.
Pero no sospechábamos qué otra cosa también nos esperaba. La acumulación, por culpa, en última instancia, de los museógrafos, de - bueno, frenéticas idioteces, las que son las palabras más moderadas que encontramos para el caso, haciendo, de cualquier tentativa de asimilar una muestra, algo como arrancarse espinas de la piel, mejor dicho como clavarse deliberadamente espinas en la piel, y no por la dificultad de los temas - si bien, para quien los enfrenta por primera vez, requieren un poco de continuidad de atención - sino por todo lo siguiente.
> Primero, la abominación, la maldición, de las pantallitas audiovisuales, tres o cuatro o cinco de ellas, en vecindad inmediata una de las otras, entrecruzando sus sonidos, haciendo de cualquier esfuerzo de entender una de ellas, un martirio si no una imposibilidad. Con la agravante de que la acústica de los ruidos es tal que ningún tapa-oído - como tratamos de usarlos en desesperación para, por lo menos, poder leer y asimilar las leyendas - logra cortar el asalto sonoro.
Qué bendición tienen - si bien no lo saben - los museos lo suficientemente "atrasados" para no padecer semejante infierno; qué bendición tienen - si bien no lo saben - sus visitantes, quienes pueden envolverse en su propio pequeño mundo de recogimiento y de descubrimiento sin padecer semejante infierno de modernismo.
Es cierto que, sin las terminales audiovisuales, se pierde, en ciertos casos, un pequeño porcentaje de información que no se puede ilustrar sino con movimiento, pero qué pequeño precio es para poder compenetrarse de todo lo demás en paraíso.
Además, la mayoría de las pantallas audiovisuales sólo repite inútilmente lo que se puede leer en rótulos, de todos modos. Lo que significa que estas pantallas audiovisuales no sólo impiden un estudio sosegado de cada tema sino que también fomentan analfabetismo porque la gente, en vez de practicar lectura y, sobre todo, comprensión de lo leído, sólo escucha, y pierde la costumbre de leer y de cristalizar lo leído, si es que jamás la tuvo.