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con una asombrosa plétora de todas las adicciones de los enfermos del azar, desde una casi inquietante omni-presencia de 1.000 máquinas auto-jugadoras hasta un casino privado en el vigesimosexto piso; pero lo más interesante fue observar la cara de los jugadores ganando y perdiendo, pero perdiendo más rápido que ganando, y observar, sobre todo, la cara de los talladores, con sus ojos alertísimos y sus caras impasibles.

Algunos de los jugadores son tan frenéticos que operan dos o tres maquinitas auto-jugadoras al mismo tiempo.

También es de notar que cuando raras veces alguien, por la casualidad controlada por el casino, acierta - porque, naturalmente, hay que dejar la víctima ganar un poco para que pierda mucho - las fichas caen en receptáculos muy astutamente hechos de una hojalata sonora, de manera que, cuando uno de los adictos tiene la suerte de recibir algunas, todo el vecindario no tiene otro remedio que enterarse por el alegre tintineo metálicmucho más, la penosa realidad va ocurriendo en un silencio encubridor.

Otros adictos, más pausados y más eficientes, no pierden tiempo y energía con o; pero, naturalmente, cuando el mismo desdichado va perdiendo lo que ganó y fichas y monedas sino que, más sobria- y elegantemente, pierden sus dólares por centenares a la vez.

Si es evidente que los que tienen que ganar en última instancia deben ser el casino, y sus socios - o sea los erarios municipal, estatal y federal - y los que tienen que perder deben ser los adictos, no hay otra posibilidad.

No por nada vimos una estación de nafta con un cartel grande que rezaba: Aspirina y Compasión Sincera Gratis.

Otra vista en las calles es el sinfín de las auto-llamadas capillas - entiéndase negocios - de casamientos instantáneos, donde, según lo resumía un cartel, se provee todo para el casamiento salvo la novia; y, naturalmente, el dinero no es problema: se acepta no solamente tarjetas de crédito sino hasta cheques, inclusive de otros estados. Una de las capillas que vimos ofrecía un servicio todavía más completo: no solamente casamientos instantáneos con todas las facilidades anteriores, sino también, ya divorcios - cuanto más comodidad, mejor; para qué correr hasta Reno, la capital del divorcio - que nosotros visitaremos en un par de días - si se puede hacer todo en el mismo sitio no más.


Las Vegas

Dejando los adictos a los juegos de azar - de dinero y de casamiento - a su suerte, viajamos ahora por un desierto salpicado de cactuses al noroeste de Las Vegas hacia nuestra próxima meta, el Valle de la Muerte, Death Valley - por falta de agua, se entiende - pero lo que tenemos ahora enfrente de nosotros es, de no creerlo en este lugar, una buena tormenta con relámpagos espectaculares y nubes muy enojadas; parece que el sistema de tormentas del Pacífico nos encontró hasta aquí, en el desierto.