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Bemol 5. Hay, en la entrada de la sala de ópera, dos murales, sin duda lo único interesante en toda la fachada - pero imposibles de disfrutar adecuadamente: se los puede ver solamente, ya sea desde el interior, de tan cerca que la línea de visión es casi paralela con la pared misma, o desde el exterior, a través de ventanales aparentemente creados a propósito para invisibilizar los murales: de día, por los reflejos de los múltiples vidrios y, como garantía de mayor y mejor daño, aun de noche sin reflejos en los vidrios, para recortarlos en rompecabezas por la compleja armazón sosteniendo los vidrios. La única explicación que se nos ocurrió de tal injusticia, o desatino, es que esos dos murales (de Chagall si no nos equivocamos) podrían ser dos de aquellos obsequios-con-los-cuales-no-se-sabe-qué-hacer y que fueron metidos ahí a falta de mejor posibilidad.


    
                   De día                               De noche    

Bemol 6. Cuando quisimos visitar el edificio de la biblioteca y fonoteca, lo encontramos cerrado por "horario acortado por causa de la crisis financiera de la Ciudad de Nueva York". (Reduced hours because of New York City's fiscal crisis.)

Bemol 7. Las pertenencias de la fonoteca son tan históricas, valiosas, irreemplazables, que sólo estudiosos pueden escucharlas, y que sólo un empleado de la fonoteca puede manejarlas, fuera de alcance de los cubículos de audición de los estudiosos. Y los estudiosos tienen que presentarse como condenados en el cadalso, casi desnudos (sin ropa de calle - Karel tuvo que ir en pantalón y camisa), y con su papel y lápiz no en un portafolio sino llanamente en la mano o en un plástico transparente. De manera que uno se siente más un criminal comprobado que un amante de erudición musical. Por otra parte, cuando uno se acuerda de los detectores magnéticos de cuchillos y armas de fuego en las escuelas ¿por qué sorprenderse?

Qué casualidad. Llegamos a siete bemoles, a la muy extraña, fragosa, tonalidad de do bemol mayor, o también a la, por añadidura, lúgubre tonalidad de la bemol menor; pero sin perder la optimista consciencia de que estas monstruosas tonalidades tienen, por suerte, sus homófonas salvadoras, si mayor y sol sostenido menor, con sólo cinco sostenidos, como destellos de un mejor porvenir.

De modo que nada de los susodichos "bemoles" empañe la magnificencia de la labor artística siendo aun así cumplida.

Por ejemplo, en cuántos otros sitios de la Tierra podrían, o se animarían a, acometer la celebración del bicentenario de la muerte de Mozart con la ejecución de toda nota que Mozart jamás escribió, así como se empezó, aquí, el 27 de enero, y a continuarse a lo largo de los próximos diecinueve meses.

Por ejemplo, para aquellos realmente amantes de música, sin necesidad de frivolidades sociales, hay algo mejor que conciertos, a precios de regalo - los ensayos de los conciertos.

También, en la sala más recatada del Centro, la única recatada, tan recatada que queda inadvertida para la mayoría de los visitantes, qué digna sobriedad, >>>>>>>>