También, ya varias veces nos pasó creer que estábamos viajando por calle A, sólo para asombrarnos, de repente, de que estábamos cruzando dicha calle A por la cual creíamos estar viajando, hasta poder determinar, por otras evidencias, que nosotros estábamos bien en la calle A y que el poste de nomenclatura callejera estaba girado a 90 grados. Una consecuencia de este jueguito de postes girados a 90 grados es que mientras una calle A está indicada con toda seriedad como calle B, la calle B está indicada como calle A. ¿En qué lugar "subdesarrollado" ya vimos cosa igual?
Y qué tal los casos de postes girados a cualquier ángulo fantasioso entre 1 y 89 grados.
Con la inevitable confusión por todo ello; y con mucho más trastorno aquí que en aquellos lugares "subdesarrollados", porque, aquí, en contraste con aquellos otros lugares - con estas indicaciones dictatoriales, aquí, de qué es obligatorio hacer en cada centímetro cuadrado del pavimento - indicaciones, por otra parte, imprescindibles en semejante alud de vehículos - no hay posibilidad de dudar, de reajustar el curso; de manera que, salvo que se haya tenido la posibilidad de encaminarse correctamente, bien de antemano, hay que seguir por donde uno está, aun no sabiendo a dónde se va - y aun sabiendo, a último momento, que uno está mal encaminado. Y con mucho más peligro, aquí, por cualquier vacilación, impulso, que uno no domine con nervios a prueba de tentaciones.
Y todavía otra circunstancia, otro recuerdo de otro lugar y otro tiempo.
Compramos nafta; se entiende que después del habitual dolor de cabeza de hacer un estudio, viajando, de los diferentes precios, en esta zona y en este momento para el mismo producto, esperando luego encontrar, siempre viajando, otra estación con el precio más económico visto.
A veces, hay otro problema en la compra de nafta. El problema de que el precio en el surtidor es para pago con tarjeta de crédito y de que, para pago en efectivo, hay que hacer un descuento mental. Hicimos nuestro cálculo mental pero, por buena política, preguntamos cuánto era. El dependiente nos dijo una suma más alta que la correcta. Así se lo dijimos. Se defendió diciendo que nos había dicho no la suma a pagar sino cuánto teníamos que darle para que él nos diera el vuelto. Le replicamos que la manera cómo íbamos a pagar era asunto nuestro, que le habíamos preguntado "cuánto es" y nada más.
Linda manera de estafar, y provechosa debe de ser a lo largo de un día, de una semana, de un mes, considerando que la mayoría de la gente no se da el trabajo de entrar en detalles y paga lo que se le dice. El otro lugar y el otro tiempo recordados son de aquel Peruano en Cajamarca que nos empezó a despachar nafta con el marcador de entrada ya más alto que cero.
Visitado el, mejor dicho los laboratorios, de Edison.