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Y ¿dónde están sus restos? Aquí, sepultados para siempre bajo estas aguas artificiales. Quizás no para siempre; ni este dique es eterno.

Mirando hacia el presente, trátase, en esencia, de una abstracción, de un punto de vista, pero este concepto tiene una expresión tangible justamente en el desierto a orilla de este lago.

Resulta que, alrededor de 1970, se propagó entre ciertos artistas vespuccianos de vanguardia una epidemia de enojo; enojo causado por el abuso del cual eran víctimas sus obras por parte de la sociedad frenéticamente mercantilista en la cual vivían, en el sentido de que sus obras, en vez de ser consideradas objetos de arte, de deleite, de apreciación, estaban degradadas a objetos de enriquecimiento por especuladores.

Y algunos tales pintores se encolerizaron tanto que decidieron arrancar el control de sus futuras obras de las manos pecadoras de museos, galerías y negociantes.

Así se llegó a casos en los cuales un pintor tendría el - no sabemos cómo llamarlo - de ofrecer a un patrono, y el patrono tendría el - no sabemos cómo llamarlo - de aceptar de comisionar, una obra, en una operación en la cual nadie jamás vería algo, salvo el pintor, el dinero. Según sigue:

    º el pintor imaginaría su cuadro mentalmente - después de todo, la mente >>>>>>es más maleable que cualquier medio físico, no cierto;

    º el pintor describiría su visión a su patrono, con apropiado salpicado >>>>>>de consideraciones filosóficas - quizás una hora de elucubración;

    o el patrono pagaría al pintor;

    O el pintor le daría un recibo especificando el propósito del pago;

    Õ el patrono podría enmarcar el recibo y colgarlo en la pared si así lo >>>>>>deseare - y la obra maestra nunca podría, así, caer en manos de codicia.

Una alternativa algo menos drástica sería que el pintor plasmaría su visión en su propio cuerpo - y recibiría sus emolumentos por ello, naturalmente - otra manera de asegurarse de que la magna obra no caería en manos infieles.

Y parece que un escultor tomó todo el asunto tan a pecho que creó una escultura dejándose clavar, en forma de crucificado con verdaderos clavos a través de sus palmas, a su camioneta. Con eso, nadie podría especular tampoco.

Y aquí, en este desierto, la santa rebelión tomó la siguiente forma. Algunos grabadores tuvieron la inspiración de pasar de grabado a excavado, y grabaron- >>>>>>>>