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Después de nuestra vuelta por el Artico - y antes, si Dios quiere, de bajar a México - pasaremos otra vez por Arizona, esta vez, naturalmente, mucho más al sur.

Estamos cruzando el río Colorado, y al mismo tiempo estamos pasando de una zona horaria a otra, y del estado de Arizona al de Nevada; por la cresta de uno de los tantos diques que doman, y, mucha gente dice, no sin razón, castran, el río Colorado.

Nevada. Nuestras primeras palmeras, aun cuando en la oscuridad. Qué contraste con el paisaje de pinos y nieve de hace tan pocas horas, alrededor del Gran Cañón - y ni hablar de la bahía de Hudson.

Ya es tarde. Nos vamos a quedar aquí no más, cerca del embalse. Las Vegas, mañana.

Mirando el embalse, y volviendo a la doma o la castración del río, es peor, es sangría; es peor, es exangüinación. Entre otras cosas, se le saca al río tremendas cantidades de agua para las tremendas necesidades de Alta California. Y hay tantos otros desiertos que sacan, y quieren sacar más, agua, que el consumo deseado es mayor que el caudal del río. De modo que la única manera de paliar la crisis y evitar la muerte del río es invertir el flujo de ciertos ríos más al norte y hasta en Canadá, de su dirección norte a una dirección sur para que desemboquen en este río Colorado.

Pobre río Colorado.

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Esta mañana, estamos descubriendo que el lago embalsado, acumulado, por el dique por la cresta del cual cruzamos ayer de Arizona a Nevada se pierde más allá de donde llega la vista. Nada sorprendente cuando se aprende que uno de sus dos brazos mide unos 185 kilómetros de largo y que su cornamentada costa se retuerce por unos 880 kilómetros.

Y esta cornamenta acuática nos conecta con dos extremos cronológicos de la actividad humana en estas partes.

Mirando hacia el pasado, hubo aquí, una vez, a orilla del Colorado, en aquel entonces, todavía no apellidado Colorado, todavía libre y poderoso, una floreciente comunidad de la cultura Anasazi; toda una ciudad de unas 20.000 almas, se calcula; de nombre autóctono desconocido, de nombre español Pueblo Grande de Nevada. Floreciente porque tenía agricultura con irrigación, porque tenía minería, desde sal a turquesas pasando por magnesita y selenita, porque tenía cestería, alfarería, porque tejía, porque cazaba, y porque tenía amplios intercambios mercantiles.