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# Hasta cuando, de repente, como si la araña hubiese recibido una descarga eléctrica, empezó a encaminarse por un hilo - hasta entonces invisible, y aun entonces visible sólo para el iniciado; un hilo evidentemente agarrado en su otra punta en alguna hoja o rama que no podía ser a menos de tres o cuatro metros; un hilo flojo, curvo hacia abajo con el peso de la araña. La araña, aparentemente, alargando el hilo todavía más a medida que lo recorría, por razones seguramente obvias según las normas de ingeniería arácnida pero impenetrables al observador humano; una prolongación no en una sola operación sino en varios pedacitos de hilos intercalados en varios sitios. Hasta que la araña llegó a un sitio del hilo que podía ser en la vecindad de la mitad del largo del hilo.

# Y otra vez, nada, na-di-ta. Como si la araña hubiese decidido que había trabajado bastante para el día, o demasiado. Pero, esta vez nos avivamos. Seguramente, durante el primer período de aparente abandono, la araña había estado secretando más y más hilo hasta sentir que el hilo, llevado por el viento, había alcanzado un soporte.  Y ahora sería lo mismo.

# Y así fue. Eventualmente, vimos los efímeros, elusivos, reflejos plateados de un hilo ondeando por el céfiro en busca de algo donde agarrarse. Y eventualmente ocurrió. Eventualmente, la araña recibió el mensaje, y se encaminó por este hilo número II. Pero esta vez, en vez de dejarlo flojo, estirándolo, acortándolo, enderezándolo, con el resultado de que su hilo I, también estirado por la tensión del hilo II, empezó a cambiar, de su forma curva a una forma angular bien definida en dirección a la unión con el hilo II, y con el resultado global de tres radios bien estirados y firmes saliendo de un mismo centro, la base de la futura telaraña. Todo ello - casi invisible, hay que tener presente - nítidamente señalado por mechoncitos blancos tejidos a intervalos por la araña, tejidos con dos patas como dos agujas de tejer, pero a una velocidad que sólo una máquina, ninguna tejedora humana, podría duplicar.  Asombroso.

# Ah, pero entonces, entonces ocurrió el desastre. Como la araña estaba ajustando todavía más el hilo II y por lo tanto todo el armatoste entero, se le rompió el hilo II. En catastrófica instantaneidad, el hilo I volvió a colgar en su encurvada flojedad; de él, colgaba una parte del hilo roto, y de la punta de éste, colgaba la desdichada araña. Ah, pero entre la gente arácnida, por lo visto, desdicha no destroza fuerza de carácter: de inmediato, la araña trepó por el hilo, recogiendo de paso el hilo en una pequeña mecha que luego descartaría, se colocó de vuelta en el medio del hilo I y empezó todo de nuevo.

# Eventualmente (cada "eventualmente" en la construcción de una telaraña es una eternidad para el observador hasta que algo empiece a ocurrir), eventualmente consiguió la base triradial de su futura tela.  Luego, sería >>>>>>>>