ronchitas rojas, y algunos de los puntos negros ... se movían. Se hizo obvio, si bien demasiado tarde, que, al caminar Karel por una maleza, se le había pegado un puñado de algo que nos pareció como mini-garrapatas. Y así empezó la expansión de una erupción de ampollitas, frecuentemente llenas de líquido, por toda la parte baja del cuerpo y por un antebrazo, erupción que, durante dos semanas, no se supo cuándo y cómo terminaría. Con el adicional agotamiento de energía que ello supone en un cuerpo tratando de recobrarse de una debilidad anterior.
Una paradoja, haber estado sin inconvenientes en tantos lugares famosos - o infames - por sus pestes animales y vegetales, y ahora tropezar con esto en un lugar tan domado.
En cuanto a los entrecortes, pasó lo siguiente.
Varias veces se tapó el carburador, con peligroso derrame de nafta desde su base por el motor caliente, con humareda por el escape, explosiones, etc.; y cada vez, tuvimos que hacerlo limpiar, con pérdida de tiempo, dinero, y con confusión:
1) ¿cómo podía ensuciarse otra vez en tan pocos kilómetros?
2) claro que el tanque debía de estar sucio, con todas las naftas - inclusive >>>aquellas directamente de tambores abiertos - que le echamos, pero ¿de qué >>>sirve, entonces, el microfiltro de cerámica que supuestamente filtra la >>>nafta antes del carburador?
3) ¿no podría ser un desperfecto mecánico a pesar de haber sido el carburador >>>reacondicionado no hace tanto?
4) sin embargo, la suciedad, cada vez, era innegable.
Decidimos hacer limpiar el tanque. Tuvimos que ir a la ciudad vecina de Wilmington, 55 kilómetros. Pronto descubrimos que limpiadores de tanques de nafta había varios pero que ninguno se quería ensuciar con el desarme y rearme del tanque - así que, para nosotros, como si no hubiesen existido. Entonces, cuando el carburador se encaprichó otra vez, que fue ahí mismo, en Wilmington, decidimos, mejor dicho tuvimos que, hacerlo re-reacondicionar ahí mismo, en Wilmington. Y fue en un taller especializado solamente en carburadores.
El hombre nos confirmó que era cuestión de suciedad, no de mecánica, enfatizó que tendríamos que hacer limpiar el tanque y, para alivio nuestro, nos dijo que sí había, en Wilmington, un taller que no sólo limpia sino también desarma y rearma los tanques.
Ahí fuimos. Cita para las ocho del día siguiente.
Las ocho. Sí, pero el tanque no se puede bajar porque está inaccesible a causa del enganche para el malacate eléctrico de doce voltios - así como tenemos otro enganche adelante, por el caso que nos hubiésemos tenido que sacar a nosotros mismos de algún atascamiento - y el enganche no se puede quitar porque los bulones son tan herrumbrados que se los podría sacar sólo con soplete, cosa demasiado peligrosa tan cerca del tanque.