Naturalmente, no había razón en el mundo para que nos dejáramos amedrentar. La cosa se puso tensa, pero no había razón en el mundo para que cediéramos, aun ante la amenaza de ser llevados presos. Entre otras cosas, les dijimos a los cretinos por qué no se iban a fijar quién estaba robando qué o matando a quién, en vez de molestarnos y robar nuestro tiempo. Lo que, naturalmente, nada les gustó.
Finalmente, se retiraron - ellos se retiraron - concediendo de mala forma, tal como había sido todo su comportamiento de prepotencia, y con amenazas vacías, que nos podríamos quedar. Y todo ello porque a algún Vespucciano - de mala madre, anónimo, cobarde, mezquino, idiota, escondido detrás de su teléfono, que nunca vimos, con quien nunca hablamos, que todavía no sabemos, y nunca sabremos, quién es - algo en nosotros no le había gustado (lo único que podemos teorizar, la inscripción en español sobre nuestro vehículo) y, así como un niñito llama a su mamita, llamó la policía.
¿Les interesó en algún momento a esos esbirros hacerse una opinión ecuánime en cuanto a la veracidad de lo que haya dicho el cobarde anónimo? No. Todo fue dictadura unilateral.
Sí, puede ser que, en Vespuccia, la gente esté inocente hasta que se demuestre su culpabilidad; pero sin duda, en Vespuccia, la gente es sospechosa hasta que se demuestre su inocencia.
Sí, es una caza de brujas - sin la hoguera.
Sí, es una estrechez de mente y, peor, de corazón, como nunca encontramos en las más aisladas pequeñas aldeas, incluso caseríos, entre los salares bolivianos o chilenos, o en la Amazonia, o en el Artico; como nunca sufrimos salvo aquí, en Vespuccia. Eso, lo sabemos.
Claro, todo ello, y todos los demás atropellos que ya sufrimos en Vespuccia, no nos hacen olvidar el permiso que nos está dando, durante tanto tiempo, el fotógrafo, de quedar anclados en su predio; y cuán útil ello nos es; pero él es una excepción que nada cambia a la repelente hostilidad vespucciana subyacente. (Además, le estamos sirviendo de serenos; además, la situación no surgió por espontáneo altruismo sino que derivó del substancial trabajo que le dimos.)
P.S. La razón, mejor dicho la causa, de nuestras ocasionales visitas a la biblioteca, incidentalmente, era y es - porque estamos escribiendo cosas en inglés - la atroz insanidad del idioma inglés (como otra más entre sus tantas ineptitudes) en la división de palabras de una línea a la siguiente; insanidad tal que los propios diccionarios ingleses inglés-inglés, o sea dirigidos a los propios anglófonos, reconocen la ineludible, imperativa, necesidad de indicar para cada palabra, sin excepción, todas sus posibles divisiones, sin excepción.