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||| Por qué no plantan flores, no sabemos; ¿por miedo a agacharse, por miedo a ensuciarse las manos, por miedo a dedicarse a una actividad silenciosa; o porque es más complejo adaptarse a las necesidades de cada planta, de cada terreno, y de cada época, que sentarse en un trono ambulante de sacudidas, ruidos y gases?

||| A no ser, se nos está ocurriendo, que haya razones mucho más profundas, y subconscientes, para semejante Culto de los Céspedes. ¿No podría ser una feroz expresión de reprimida agresividad, hasta de tiranía - de otro modo no aceptable por parte de particulares - expresión de agresividad a través de la subyugación, hasta del aplastamiento, de un césped indefenso; o no podría ser el retorno subconsciente a una tenencia comunitaria de la tierra por debajo del concepto adquirido de propiedad privada; o no podría ser una solemne proclamación de democracia homogeneizante - todos, el mismo césped; o no podría ser el retorno subconsciente a los primeros pastos de nuestros antepasados originales en Africa?

||| De cualquier manera, muy pocas veces hemos visto que mimen un jardín con flores, y cada vez, por su propia escasez, fue un golpe - y cada golpe nos confirma que es muy pocas veces que vemos jardines con flores. Pero sí, cortan céspedes, por miles, por miríadas. Con cortadoras de motores a explosión; algunas, en las cuales uno se sienta y siente como un rey, algunas, detrás de las cuales se camina como un lacayo, pero todas, con las explosiones de sus motores.

||| Ahora bien, un poco de geometría y un poco de aritmética se imponen. Esos céspedes no son islas. Forman vecindarios de céspedes como un supracésped de seis a nueve céspedes contiguos. Y todos estos céspedes reciben religiosamente su tonsura a intervalos sorprendentemente frecuentes y en momentos totalmente incoordinados de césped a césped - una verdadera esclavitud. Vale decir que el dueño de un césped y los dueños de todos los demás céspedes vecinos se ensordecen en sucesión entre sí - y a nosotros también mientras estamos aquí - a intervalos martirizantes. Y como no se sabe cuándo exactamente cada infierno va a ocurrir, uno vive en permanente zozobra.

||| Ah, qué diferente sería el subdesarrollo de plantar flores - dando al vecino una linda vista en vez de un lindo dolor de cabeza. O, por lo menos, una norma municipal según la cual se podría cortar céspedes solamente en tal día o días, en tal hora u horas, de manera que habría un solo infierno, previsible, limitado y eludible en vez de imprevisible y por ende ineludible.

o|o En la radio, tenemos música clásica y las revistas radiales de NPR pero todo ello no se parece ni remotamente a una programación equilibrada. Nos acordamos de la radiodifusora de la UNAM, de la cual no nos podíamos arrancar.