al laboratorio (un criadero así, a más de una oficina de varias habitaciones, también tiene un laboratorio) y se los coloca por puñados sobre una mesa para su selección en categorías. El problema es que algunos de esos peces son muy saltarines. La solución es agregar un sedativo al agua de los baldes - pobres criaturas.
º> Los peces alcanzan su madurez a los tres años de edad - pero ello no significa que, de ahí en más, estabilizan sus formas y colores.
Al contrario, con el paso de los años, siguen evolucionando morfológica- y cromáticamente; comprar un pez así es comprar un boleto de lotería - o justamente quizás en tal ignoto futuro radique el interés, o un interés adicional.
º> Hasta veinte años pueden alcanzar estos peces. Incluso se dice que, genéticamente, estos peces tienen el potencial de alcanzar el medio siglo si tuvieran condiciones de vida óptimas.
Mientras tanto, qué peces, qué colores, qué formas. Peces, de negro aterciopelado, de lúgubre altivez; peces, paletas de pintor en plena efervescencia mezcladora; y entre los dos, cualquier ocurrencia imaginable, incluso peces inmaculadamente dorados mate con sólo no más de 4 ó 5 escamas brillantemente coloreadas destellando como lentejuelas en un vestido; peces con aletas y cola como velo de novia - mejor que velo de novia porque velos de novias no ondean así salvo en películas románticas con máquinas de viento regulables a la exacta potencia; peces con doble cola; peces sin aleta dorsal, con la austeridad de un fuselaje; peces de cuerpo en pastilla; peces de ojos protuberantes como carozos de cerezas; peces con ojos protuberantes como tubos de exoscopios; peces con ojos frontales; peces con cara tan ancha que tiene frente; peces con frente tan encrespada que parece tener peinado por encima de los ojos. Maravillas, maravillas.
Maravillas hasta que, en un instante tan efímero que ya pasó cuando uno se da cuenta de que ocurrió, el encanto se rompe, se destroza; y uno se queda ante la asombrosa realidad de que ese ojo protuberante es, en realidad, una aberración; que ese peinado en la frente es, en realidad, una enfermedad; que ese velo de romántico ondear es, en realidad, una desgracia que priva el pez de agilidad de movimiento y, por lo tanto, lo priva de su natural derecho a defenderse por escape.
Nada de maravilla, maravilla. Monstruosidad, monstruosidad. Monstruosidad que no existe en la naturaleza porque tales peces no existen en la naturaleza. Monstruosidad obtenida artificialmente por selección, y, luego, exacerbamiento genético, de pequeños defectos en el más plácido, modesto, casero, de todos los peces, la carpa, por la sola razón de que la carpa tiene una inordinaria cantidad de cromosomas y de genes, y por ende, un inordinario potencial de mutaciones. El culto de la monstruosidad por medio de la pisci-escultura.