En la parte de la reserva navaja que hemos atravesado hasta ahora, y aquí, otra vez nos encontramos con la topografía de las mesetas; pero, aquí, están cubiertas, en parte o en totalidad, por un manto verde de vegetación, lo que les da un aspecto totalmente diferente de lo que estábamos acostumbrados a ver hasta ahora.
Hay grandes extensiones sin alambrar, pero hay también extensiones alambradas. No sabemos por qué.
A dormir.
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Hoy, vamos a empezar el día adentrándonos en la reserva de los Hopis.
Paradójico es que los Hopis y los Navajos son antiguos enemigos, y que ahora la reserva hopi se encuentra en pleno medio de la reserva navaja, y rodeada por ella por todos los lados; con una franja de transición, entre la reserva hopi interna y la reserva navaja circundante, para uso conjunto de Hopis y Navajos. Bien curiosa combinación en cualquier caso, y más que curiosa para antiguos enemigos. Por ello es que ayer cruzamos una parte de la reserva navaja, que ahora vamos a cruzar la reserva hopi, y que luego, para dejar ésta, tendremos que cruzar otra vez, en otra parte, la reserva navaja, para estar finalmente, otra vez, fuera de cualquier reserva.
Apenas entramos a la reserva hopi, nos encontramos con el problema de ubicar las ruinas del pueblo Awatobi (Ahuatobi). Pedimos y recibimos direcciones cómo llegar; pero descubrimos que direcciones que se refieren a una huella ganadera en toda una maraña de huellas ganaderas en una zona que tiene como solo punto de referencia la torre de una bomba de agua a viento, torre que ya no está dónde tenía que haber estado, no sirven mucho. Después de ocho kilómetros de sacudidas, dimos vuelta como pudimos en la huella de ganado, volvimos a la casa donde nos habían dado las direcciones y pedimos que alguien nos acompañara. Fue durante esta segunda vuelta que nuestra guía descubrió, y se convinció por observación propia, que la torre de la bomba de agua había cambiado de lugar y que los ocho kilómetros que nos había dicho eran, en realidad, trece; y que nosotros descubrimos las ruinas.
Tal como nos imaginábamos, las ruinas propiamente dichas resultaron ser sin ningún atractivo, salvo que vimos que son de piedras asentadas en barro y no de adobe; salvo su ubicación al borde de un acantilado; y salvo que descubrimos y recogimos cuatro piezas de alfarería, vestigios de la vida que otrora animaba este lugar; siendo nuestro interés en estas ruinas una historia conectada con ellas.