→→ Nuestra percepción directa.
Todo alrededor nuestro - a veces, a literalmente dos pasos de nosotros - robos, robos, robos. Especialmente por efracción en coches estacionados.
<^> En la cuadra donde estamos anclados, bien raro, hasta extraño, es el momento cuando no hay, entre los coches estacionados, por lo menos uno con un cristal roto - más común es que haya más de un coche con una ventanilla rota.
<^> Muchos coches estacionados tienen, bien a la vista, un cartel - desde garabateado sobre cartulina hasta nítidamente impreso - rezando algo así como "No radio", "No radio, no dinero", "No radio, no altoparlante, no nada", "Por Dios juro, nada en el coche, nada en el baúl".
<^> No es inhabitual ver un automovilista alejarse de su vehículo recién estacionado, con la radio en la mano; evidentemente, la mejor precaución.
<^> A veces, el coche entero desaparece. En la cuadra donde estamos - por lo que nos enteramos por casualidad - un coche fue hurtado y uno tuvo su encendido roto en una tentativa de hurto.
<^> En la cuadra donde estamos, una mujer fue asaltada en la entrada de su edificio, dijo que con el propósito de violación.
<^> Un anciano fue asaltado en la calle - de eso es inevitable enterarse, por los gritos.
<^> En la estación de tren metropolitano vecina, vimos un robo notable tanto por la desfachatez del ladrón como por la animalidad del público en gran y densa cantidad.
El ladrón había trancado los cuatro torniquetes de entrada, de manera que los torniquetes no recibían las fichas de pago y acceso, y la gente no podía entrar, acumulándose como ovejas frente a una tranquera cerrada. El ladrón, pegando saltos de torniquete en torniquete, aflojaba cada torniquete apenas lo suficientemente, para que cada persona pudiera introducir su ficha en la ranura y pudiera deslizarse por el torniquete entreabierto, pero lo aflojaba lo suficientemente poco, para que la ficha no se cayese de la ranura al interior del mecanismo, y cada vez, todo con velocidad simiesca, extraía por aspiración con la boca la ficha de la ranura antes de pegar un salto al siguiente de los cuatro torniquetes en turno mientras la manada de gente esperaba ante los demás torniquetes su turno. Evidente caso de robo de fichas que luego se podría revender.
Pero la gente, sólo molesta por acumularse y sólo deseosa de pasar, poniendo su ficha en la ranura, aun sabiendo que la ficha iría a parar a la boca del ladrón. Y todo ello, a tres pasos del puesto de venta de fichas detrás de su >>>>>>>>