<║> Transcribimos las cintas atrasadas.
<║> Como consecuencia, se nos ocurrió que se está aproximando el tiempo cuando querremos re-escribir nuestras transcripciones de manera más legible y por ende más inteligible, especialmente con márgenes y espacios más civilizados - lo que, sin duda, sería más fácil con un procesador de palabras, tema del cual nada sabíamos en absoluto y que nos llevó varios días para desenredar; especialmente con nuestros requerimientos: pequeño como máquina de escribir, a batería de doce voltios, y con teclado universal para varios idiomas.
Encontramos que los hay maravillosamente miniaturizados, y funcionando con doce voltios - pero incapaces de hacer lo que hace con toda naturalidad y simplicidad nuestra máquina de escribir mecánica, a saber mezclar la tipografía de varios idiomas; los procesadores, hay que programarlos para cada idioma - aunque sea para escribir una sola palabra en un contexto por otra parte en otro idioma. Parece increíble; pero, de hecho, es muy a tono con lo aprendido en el Valle del Silicón, en cuanto a las escamas electrónicas, su increíble rapidez y su increíble limitación para no decir atraso mental. También podría ser que los vendedores no saben de qué hablan; no sería la primera vez.
Pero nuestros esfuerzos fueron recompensados, coronados, por otra, inefable, incredibilidad. La incredibilidad de que estos procesadores de palabras incluso advierten el usuario de sus errores ortográficos. La incredibilidad no es que la máquina lo pueda hacer (dentro de los límites de su memoria electrónica de 80.000 palabras); la incredibilidad es que alguien lo suficientemente envuelto en escribir para necesitar semejante alta tecnología electrónica necesite permanente y automática vigilancia de su ortografía - en vez de una inteligente consulta selectiva de diccionario de vez en cuando como todos necesitamos. Otro empujón, como con las maquinitas de calcular, hacia la idiotización de la humanidad. Coincidentemente, uno de los vecinos de esta cuadra donde estacionamos es escritor. Con libros publicados. Y le comentamos el caso. Nos contra-comentó, sin la menor inhibición, que, para él, es una necesaria bendición, que él no sabe ortografía. Con libros publicados.
La regocijante paradoja de la ortografía electrónica es que tiene su solapada trampa: si el error ortográfico que arruina una palabra crea una nueva palabra que existe, nada en toda la maravilla electrónica se dará cuenta - por ejemplo, "perra" escrita "pera" o viceversa - y para toda la posteridad quedará escrito que la pera mordió al chacarero o que el chacarero se comió la perra.
También, aprendimos, ahora existen diccionarios electrónicos con estrictamente una sola palabra a la vez en la pantalla - qué manera de aislarse del maravilloso mundo de un diccionario de papel y tinta, de tantas palabras que no se busca pero se ve de paso.