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Tipo 3. Con huellas de bípedo; algo como de pájaro palmípedo. Se supone que, de un herbívoro.

Todas estas huellas se conocía desde mucho tiempo atrás, pero quedaban y quedaron en ridículo hasta 1938 cuando algún científico las "descubrió"  (entiéndase se las hizo mostrar por los lugareños) y desde entonces se volvieron "científicas". Científicas a tal punto que, lamentablemente, las mejores de ellas fueron sustraídas de sus sitios con todo desenfado, aunque haya sido bajo la muy honorable bandera de museos.

Por ejemplo, había una única combinación de pisadas entremezcladas de dos tipos de animales, combinación única porque consistía de la dramática mezcla de una huella de pisadas de un gigantesco y ponderoso animal herbívoro y de una huella de pisadas de otro animal, algo menor, más ágil, y ... carnívoro; un testimonio, en barro petrificado, de una cacería de un animal herbívoro por un animal carnívoro, de millones de años de antigüedad.

Los dinosaurios - que, por su antigüedad tantas veces y tan gustosamente destacada, simbolizan para mucha gente el principio de los tiempos - tuvieron, como no podía ser de otra manera, sus propias raíces; en criaturas ahora denominadas tecodontes, con existencia, se calcula, en la época desde 250 a 190 millones de años atrás. Hay que imaginarse dos clases de tecodontes, semi-acuática y terrestre. Es de la clase terrestre que surgieron, aparentemente, los dinosaurios.

Y tuvimos la confirmación de que la denominación "saurios" como sufijo de ya sea dino u otra cosa es muy engañadora porque impone el concepto de un tipo bastante homogéneo de animales cuando, en realidad, incluye una arca de Noé, desde peces a pájaros.

Para empezar, hay, en los "dinosaurios", dos distintos órdenes, basados en una diferencia tan fundamental como lo es una diferencia en la estructura pélvica. Y ni hablar de la maraña de ramificaciones en cada uno de estos órdenes. Lo que, a su vez, nos confirmó que la palabra dinosaurio engaña no sólo por el uso que se le da en la delimitación de lo que describe, sino también por su etimología en la descripción de lo que describe.

Apenas uno se adentra en la tremenda variedad de criaturas bajo la etiqueta de dinosaurios, se impone que no todos esos animales son necesariamente dino, o parecen, por lo menos externamente, saurios. No todo aquello que suena a tal saurio es un reptil.

Por ejemplo, un plesiosaurio, un ictiosaurio, un mosasaurio, no son saurios, no son reptiles, y no son dino, no son horrendos, son simpáticas, fluidas criaturas acuáticas; un pterosaurio nada de saurio tiene - para algunos será dino porque ser terrible es cuestión de opinión, pero, en su forma, parece un murciélago. Un pelicosaurio, a pesar de parecer un cocodrilo con impresionantes aletas dorsales como velas, oficialmente no es ni dino ni saurio.