Ayer, que fue el día siguiente al último día comentado (hoy es pues el segundo día siguiente), empezamos el día con ciertos arreglitos indispensables antes del cruce de la frontera, mañana, ... como ser, cocinar zanahorias y cebollas, porque no se puede llevar zanahoria y cebolla cruda por la frontera, cocinar manzanas, porque no se puede llevar manzanas crudas por la frontera, cocinar una sopa de verduras varias, porque no se puede llevar verduras varias crudas por la frontera, etc. etc.; todo, a cargo de la valiente cocinera de la Expedición, a pesar de su debilidad, mientras la otra mitad del cuerpo expedicionario yacía, como vago, para reponerse de su debilidad.
Pero, cuando todo estuvo listo para viajar, solamente una cosa faltaba: la energía física de hacerlo. Por decisión - más por reconocimiento de lo inevitable que por decisión - nos quedamos prostrados el resto del día.
Por radio, llegó la noticia más inesperada de todo el mundo: parece que en Paraguay terminó la larguísima estabilidad.
Pero hoy, sí, estamos viajando. No es que otro día de descanso no sería oportuno, pero no nos podemos dar el lujo.
El Sol, como no podría ser de otra manera, en nuestra espalda.
Por delante, vistas que no podemos considerar menos que milagrosas; no es lo que vemos lo milagroso, es cómo lo vemos; no son las vastedades de pastajes naturales y resecos ni los varios núcleos serranos que las puntúan, sino la prístina claridad con la cual se discierne cada detalle discernible por su distancia, lo milagroso. Un milagro en este planeta tan podrido. Y pensar que, antiguamente, todo el planeta era tan milagroso, que todo se veía con tanta claridad.
También estamos viendo cosas que podrían ser la otra faz de Chihuahua. A una distancia ya considerable de la ciudad de Chihuahua, carteles glorifican la captación y la conducción de agua potable a la ciudad; y a nosotros nos parece que es un síntoma de que la ciudad de Chihuahua está en mal camino.
Se está construyendo, de este lado también, la autopista; pero el tráfico a la vista es escasísimo; deja lo construido casi desierto (tendría que triplicarse o cuadruplicarse el tráfico para utilizar plenamente la capacidad de lo construido), y uno no puede no preguntarse cuál puede ser, entonces, el verdadero motivo de tan ingentes gastos.
Ay, y esa maravillosa claridad de discernimiento visual - cada arista, cada roca, individualmente.
Otra vista muy no-mexicana: un gran núcleo de estación de servicio, restaurante y motel; el tamaño no es lo inmexicano, lo inmexicano es la pulcritud general, la prodigalidad de los carteles, sin escatimar gasto a favor de un mayor impacto visual.