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cuenta de que estas calles entrecortadas y estas iglesias son supuestamente diferentes de calles entrecortadas y de iglesias en otros pueblos ex-coloniales y sin título de Monumento Nacional.

Sí, algunas iglesias son muy diferentes de lo habitual; algunas son, literalmente, rococás - con acumulaciones de rocalla debajo o alrededor de sus estatuas; y una tiene, entre varios murales no-conformistas, uno con personajes paraborígenes en un estilo pictorial angular puramente moderno - todo lo cual ofrece un interés, pero nada de colonial tiene.

El fenomenal tráfico vehicular no ayuda a conjurar un ambiente colonial. Tampoco ayudan los múltiples rompemuelles camuflados como parte del adoquinado de las calles - y ciertamente muy poco coloniales.

Sí, San Miguel de Allende, dejado en paz, sin rango nacional, sin turistas, sin tráfico, sería un lindo lugar para disfrutar apaciblemente a nivel individual; pero así como es, es un colonialismo rehidratado y pasteurizado para quienes nunca vieron otra cosa.

Por otra parte, fue gracias a los turistas, etc., que pudimos probar granos, más bien semillas, de amaranto,

»  que, entre los Aztecas, era fuente alimenticia;
»  que, entre los Aztecas, servía en rituales religiosos;
» lo que fue su perdición porque, por ello, la Iglesia invasora prohibió su >>>cultivo y uso;
» que, ahora se sabe, tiene un alto valor nutritivo que era desconocido, aun >>>cuando aprovechado, entre los Aztecas; por su contenido en lo siguiente: >>>una calidad de proteína mejor que en cualquier otro grano, un aminoácido >>>que no se da en otros granos, calcio, hierro, y fibra.

Por la hora, tenemos que pasar la noche aquí.

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Esta madrugada, el aspecto de San Miguel todavía desierto confirma la impresión de ayer: aun con el 100/oo de su potencial despejado de turistas y tráfico, simplemente no tiene el carisma que se esperaría de un monumento nacional.

Pueblito de Atotonilco y su iglesia.

Las primeras palabras, aquí, deben ser de agradecimiento a San Miguel de Allende - por mantener a los turistas aglutinados en su colonialismo rehidratado y, por ello mismo, por mantener incólume la apacibilidad y el sabor de este lugar.