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encontraron la manera de cumplir con la ley dentro del plazo prescrito; abreviando la estadía en la estación de revisación al tiempo de pagar la suma total de la revisación engordada de una coima y pegar la calcomanía de rigor en el parabrisas, sin siquiera abrir el motor ... Leyes que obligan a corrupción.

OY hablando de corrupción, el más inolvidable rasgo de Ciudad México es la fenomenal, inimaginable para quien no lo vivió, corrupción de su policía. Fenomenal.  Conversación con un policía:

- Aquí no se puede estacionar.
- ¿Y todos esos coches?
- Ah, son de los empleados del museo.
- Ellos tienen su propio estacionamiento, del otro lado, no cierto.
- Sí.
- Además, no hay cartel que prohíba estacionarse aquí.
- Para eso estamos nosotros.
- No señor. Tiene que haber un cartel, y Ustedes sólo tienen que hacerlo >>respetar.
- Está bien, está bien.

Y se fue el policía en busca (y recepción) de botín de otras víctimas.

Otra extorsión policíaca (en dos ediciones).

Edición I.

En una calle con cartel de prohibido estacionar, de un lado, y sin cartel del otro lado, incluso con unos vehículos estacionados, nos estacionamos. Apenas estacionados, apareció un policía:

- No se puede estacionar.
- Cómo que no, si el rótulo está del otro lado.
- Vale para ambos lados.

Como, en ese momento, justamente se había desocupado el sitio de la esquina del callejón transversal vecino que apetecíamos de todos modos preferentemente para estacionamiento sedentario, nos tragamos nuestro próximo argumento de qué hacían todos los demás coches estacionados del mismo lado donde nosotros estábamos, y nos cambiamos a nuestro lugar preferido. De ahí, pudimos observar, entonces, los acontecimientos en el sitio anterior.

Cada vez que ahí se estacionaba un vehículo, se le acercaba el policía. A veces, sin pérdida de palabra ni tiempo, se extendía un brazo desde el coche y se extendía la palma del policía, en busca uno de la otra. A veces, con sólo pocos instantes, probablemente lo suficiente para decir y escuchar "no se puede estacionar", el mismo ritual: un brazo fuera del vehículo dedos abajo, la palma del policía para arriba. Seguramente, en el primer caso, los habituados a la calle, y, en el segundo caso, los inhabituados a la calle pero muy habituados a la extorsión policíaca mexiquense.